La crisis y el euro

Google+ Pinterest LinkedIn Tumblr +

Artículo publicado en Observatorio Económico Nº 58, Noviembre 2011

La catástrofe que vive Europa proviene no solo del exceso de deuda pública y gobiernos mal comportados, sino también de un sistema financiero que vendió una quimera absurda: rentabilidades seguras por encima del desempeño de economías que crecían a tasas mediocres.

Por Carlos García T., Doctor en Economía, UCLA. Profesor Facultad de Economía y Negocios, UAH.

El problema con el Euro es Europa. Un conjunto de países con diferentes niveles de desarrollo y políticas fiscales está sumergido en una crisis que ha afectado a cada uno de sus miembros en forma dispareja. Grecia, España e Italia no son Alemania. Por el contario, necesitan que el euro se deprecie respecto al dólar, al yen, al yuan y a otros, de manera de estimular su sector exportador y así enfrentar la crisis. Por el contario, Alemania está preocupada por las posibles consecuencias inflacionarias de una caída del Euro: al contrario de estos países, siempre ha mantenido sus cuentas fiscales ordenadas. En cambio Grecia, España e Italia han tenido políticas fiscales expansivas que significaron un aumento insostenible de su deuda pública.

El futuro del euro es incierto. El banco central europeo —que es muy “alemán” para sus cosas— sigue pensando que Europa es un solo país y por tanto el control de la inflación es parejo para todos. En otras palabras, la medicina de baja inflación para Europa es más amarga que en otros lugares porque hay países que no la necesitan, es más: requieren de un poco de ella para activar sus decaídas economías. Entonces, si desean seguir con el Euro sin producir un colapso en algunas regiones ni aflojar la mano en el control de la inflación, la solución es única y es la que hacen los países con sus provincias, estados o unidades administrativas: rescatar a todos los que están en crisis. Pero es exactamente en esto en lo que los europeos flaquean, y dejan de pensar como un solo país.

Echar a los mal comportados es otra solución que se ha escuchado. Puede ser el caso de Grecia, la oveja negra del club, pero claramente no es solución para España, por ejemplo. Si ese país, u otro de mediana importancia deja el Euro, entonces es mejor volver a un contexto donde cada miembro de la unión tenía la libertad de implementar la política monetaria que necesitara.

En sí, ese escenario no es una mala idea. ¿Por qué los países deben amarrarse a una moneda común y perder grados de libertad para enfrentar las crisis? Por ejemplo, para entender este punto, supongamos que quisiéramos formar una unidad monetaria común con Argentina, Perú y Bolivia. ¿Estaría de acuerdo Argentina en depreciar la moneda común porque Chile atraviesa una situación económica complicada si el precio del cobre cae, pero no el de la soya?  ¿Estaríamos de acuerdo con tener esa moneda común sin homogenizar las políticas fiscales respectivas con Argentina, Perú o Bolivia? Probablemente no. Sin embargo, Europa ya es lo que es. Desarmarla no es viable: es más, vaya argumento que sería la desaparición del Euro para que los mercados entraran en pánico.

Historia antigua

La actual crisis en Europa recuerda lo que sucedió con el patrón oro en la gran depresión de los años treinta. Este mecanismo no solo agudizó la crisis, sino que fue parte de la causa de la peor recesión de todos los tiempos. La lección fue una sola: en tiempos de crisis hay que dejar de lado las ideas preconcebidas, soltar las amarras y buscar formas imaginativas de enfrentar la situación. En los años treinta las buenas ideas empezaron primero con políticas monetarias expansivas y luego con más gasto público, y se suponía que hacer eso era un pecado mortal. Y resultó.

En la actualidad hay otros ingredientes que hacen que esta crisis en Europa tenga méritos propios para ser recordada en la historia económica. La catástrofe proviene no solo del exceso de deuda pública y gobiernos mal comportados, como algunos economistas quieren enfatizar, sino también de un sistema financiero que vendió una quimera absurda: rentabilidades seguras por encima del desempeño de economías que por años han crecido a tasas mediocres. Sí, ahora suena extraño, pero los inversionistas no solo de Europa, sino también de los Estados Unidos, creyeron que usando modelos financieros que entendían con alguna facilidad podían ganar dinero. Bastaba con contratar algunos iluminados estudiantes de los MBA o programas de doctorado en finanzas, o matemáticos desilusionados con la vida académica, para ganar mucho dinero, más de lo que jamás antes se había pensado. Error. Los supuestos de los modelos financieros no estaban malos: estaban muy, pero muy, malos. El resultado es que la riqueza financiera se fue como el viento y con ello arrastró todo. Hasta la confianza en esos señores gritones que compran y venden acciones en las bolsas se esfumó. Ahora la gente se amontona en las afuera de Wall Street y la City, no para comprar y vender, sino para protestar.

Pero el Euro no solo enfrenta problemas con los europeos. Los enemigos también son los estadounidenses, los chinos, los japoneses y otros.  El paupérrimo crecimiento de los Estados Unidos ha hecho que el dólar también quiera caer respecto a otras monedas. Obama y Bernanke necesitan desesperadamente un dólar más débil no solo para revertir es déficit americano de cuenta corriente sino para estimular su alicaído sector exportador.

Sin embargo, hay otra amenaza contra el euro: el yuan. China, como cualquier otro país capitalista (algo que nos olvida sistemáticamente), debe tener fluctuaciones cíclicas. Si se abraza al sistema de mercado como forma de vida, se debe aceptar también la incertidumbre y el desempleo. Esa es la esencia del mercado: se gana pero también se pierde y con ello viene el desempleo, la crisis y las quiebras. Si China cae en una recesión o disminuye su crecimiento, su moneda también deberá caer para estimular el sector exportador. Si el dólar cae respecto al yuan, el yuan cae respecto del dólar; si el yen cae respecto del euro, si el euro cae respecto del yen, si el euro cae respecto del dólar… al final ninguna moneda caerá. Y eso es malas noticias para Europa. ¿Querían una moneda estable? Ahí tienen al Euro.

Dadas las circunstancias, las soluciones para Europa y el euro son extremas. Primero:  transformar a Europa en un solo “país”: todos los miembros de la unión con la misma política fiscal. Segundo: una política fiscal y monetaria expansiva; más inflación es necesaria en estos tiempos. Tercero: salvataje a todos los miembros por igual, moros y cristianos. Cuarto: implementación de políticas agresivas de empleo en todos los países en crisis. Quinto: políticas macro prudenciales que controlen el crecimiento desmedido del crédito privado.  Sexto:  regulación de los mercados financieros. Para Europa las crisis son malas. Existe una historia de que dice que las crisis económicas son caldo de cultivo del nacionalismo, lo que no es un buen recuerdo para nadie.

En el mundo emergente

Para los países  emergentes la situación de Europa tampoco es fácil. Además de la menor actividad mundial, un riesgo cierto es la afluencia de capitales no solo de Europa, sino de los Estados Unidos y Japón.

Los mismos modelos y personajes que antes alababan las bolsas de Atenas, Roma y Madrid, dirán que ahora las oportunidades de inversión están en las economías emergentes. Entonces ciertamente el euro caerá en relación al peso y al real… ¡Por fin se se depreciará en relación a algo! Pero eso significa que ahora seremos nosotros lo que soñaremos con la quimera financiera de la plata fácil. ¿Dejaremos apreciar nuestras monedas por el flujo de capitales y arruinaremos nuestra industria exportadora?

Lo ocurrido en Europa no puede volver a ocurrir en las economías emergentes.  Debemos usar las herramientas apropiadas para controlar el exceso de flujos de capitales, como los controles de capitales. Los bancos centrales deben moderar el crédito privado, cueste lo que cueste, y los gobiernos deben ahorrar las ganancias de los buenos precios de los commodities.

Compartir en redes