Chile actual: El retorno del viejo dilema sobre Estado y Mercado

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Por Fernando Fuentes, Ph.D. © y M.A. en Economía, Universidad de Georgetown, Estados Unidos. Académico UAH.

oe81 Publicado en revista Observatorio Económico Nº 91, 2015.

Es preocupante la verdadera paradoja en la que se encuentra Chile, la cual se manifiesta en señales contradictorias sobre las decisiones que se deben tomar respecto al funcionamiento futuro de nuestra economía. La verdad, estamos en un punto de inflexión y los caminos que se decidan en los próximos años serán determinantes para el bienestar de las futuras generaciones. Por ello, el momento actual es especial y peligroso.

Este contexto se puede caracterizar por los siguientes elementos. Primero, los jóvenes – que representan la fuerza del cambio y del destino-, jamás han vivido en un país sin crecimiento, por lo cual su precaución o temor respecto de este fenómeno es prácticamente nulo. Segundo, la sociedad civil se ha empoderado, asumiendo un rol mucho más preponderante en la toma de decisiones que representa, de facto, una profundización de la senda que el país asumió tras la vuelta a la democracia. Tercero, existe un ambiente de animadversión contra el mundo empresarial, las nuevas inversiones y el mercado en general, a partir del cual se ha estigmatizado toda acción productiva, que por su propia naturaleza tiene efectos externos y la plantea como contraria al medioambiente y a los derechos de los habitantes. Cuarto, la mala conducta de un sector del empresariado, manifiestadas en colusiones, indiferencia frente al consumidor
y franca violación de las leyes, ha exacerbado las posiciones negativas frente al mercado y la inversión privada. Quinto, los límites difusos entre negocios y política han profundizado aún más la falta de confianza en el sistema económico y su relación inapropiada con el orden institucional.

Todos estos elementos han llevado a que un número no menor de personas, entre los cuales se encuentran muchos jóvenes, manifiesten su justificada molestia proponiendo un remedio que -con un alta probabilidad- puede ser peor que la enfermedad, y que además, nos transporta en el tiempo varias décadas atrás. ¿Será que es posible tropezar dos veces con la misma piedra? A esto se suma la mala distribución del ingreso en el país, que se arrastra por muchas décadas, y que aporta lo suyo en esta penosa comedia de equivocaciones. El remedio que surge vestido de conclusión, por cierto apresurada, parece tener el mismo poder que la música del “Flautista de Hamelin”, y nos conduce a un río del que con dificultad podremos salir. El ingrediente esencial de este remedio es la convicción que el problema sería el mercado, su estética, su estilo, su imperio. La verdad, es que ni la mala distribución del ingreso, ni la mala conducta de un grupo empresarial que no respeta la ley ni a los consumidores, ni las relaciones impropias entre los negocios y la política, son en estricto sentido, efectos de una economía de mercado. El mercado es un mecanismo que convive con la sociedad en la que funciona, por lo tanto, estas falencias son de la sociedad, no del procedimiento que se utiliza para asignar con eficiencia los recursos. Desafortunadamente, las malas prácticas se sobreponen a los mecanismos, por lo que creer que más Estado diluye dichas acciones, es un error que conduce a pensar en soluciones que pueden terminar en un equilibrio aún más precario.

Basta con imaginar qué sería de Chile si, con las mismas personas capaces de realizar malas acciones, estuviésemos además en un país sin crecimiento económico y con tasas de desempleo en aumento. Definitivamente estaríamos peor. Cuando las nuevas generaciones atacan de modo decidido al mercado y apoyan cualquier causa que detenga las inversiones privadas, no se está construyendo un Chile más justo, ni más solidario o con menos corrupción. Probablemente se está aportando a la definición de un país que, con todos sus males éticos, será más pobre, y por los tanto, sus ciudadanos más infelices.

Es imperioso distinguir el trigo de la paja, y no vender el sillón a lo Don Otto. La solución es educar para un nuevo Chile, y regular para que nadie viole la ley ni se aleje de la correcta moral (en el sentido más amplio del término). Que tengamos algunos malos empresarios, no debe estigmatizar a la inversión privada como el problema. Lo mismo respecto al Estado, por la existencia de algunos funcionarios que no hacen bien su trabajo o incurren en actos reprochables. La pregunta no es si más Mercado o más Estado. La discusión es vieja y bastante zanjada por los hechos: pastelero a tus pasteles; se debe tener un Mercado potente que incentive correctamente las acciones privadas y un Estado que regule las fallas donde estas puedan aparecer. Ni más ni menos, la fórmula ha sido y sigue siendo bastante exitosa.

El tema, como siempre son las personas. Es evidente que requerimos inversión privada, que respete las normas ambientales y territoriales. El mal ambiente y la creencia de muchos jóvenes que “lo malo se origina en el mecanismo de operación de la economía de mercado”, terminarán por desincentivar la inversión de un modo irreversible. Esto nos conducirá a ser más pobres en términos económicos, sin cambiar en nada nuestra condición ética. Para que Chile cambie se deben relegar las malas prácticas tanto del Mercado como del Estado. La dicotomía es una falacia. Más y mejor Mercado, que redunde en mayor inversión y crecimiento, y más y mejor Estado, que implique buenas y eficaces regulaciones, es la verdadera combinación ganadora. Ojalá que la sociedad chilena pueda reconocer este hecho, en caso contrario y desafortunadamente, aprenderemos cuando sea demasiado tarde.

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