Dólar, vino, lego y otras historias del ajuste macroeconómico

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Por Carlos J. García. Académico FEN UAH. PhD Universidad de California, USA.

oe81 Publicado en revista Observatorio Económico Nº 101, 2016.

¿Es bueno un dólar alto para la economía chilena? La respuesta depende de varios elementos.

Primero, en un régimen de tipo de cambio flexible como es el adoptado por el Banco Central de Chile, las fluctuaciones del tipo de cambio son una forma de ajuste macroeconómico para la economía. En efecto, si la economía pasa por malos tiempos, es decir, bajo crecimiento, el aumento del tipo de cambio o depreciación del peso permite estimular las exportaciones y con ello la economía comienza a transitar hacia la recuperación. Como algunos recordaran, esto fue lo que exactamente ocurrió después de la crisis de la deuda externa de 1982, luego en la crisis asiática de 1997, y la mini recesión en 2009.

Segundo, para que la historia anterior funcione hay un mecanismo que debe dejar de funcionar: los precios de la economía deben moverse lentamente, por ejemplo, aquellos medidos por el IPC. De esta forma al subir el tipo de cambio por sobre los precios (el IPC), el mercado internacional es más atractivo para un productor que el mercado doméstico. En otras palabras, cada dólar que se vende, por ejemplo, por una botella de vino chileno en un supermercado de California, Los Ángeles, en Estados Unidos produce más pesos que esa misma botella de vino vendido en un supermercado en Ñuñoa o en Puerto Montt, Chile. Obviamente, conviene exportar esa botella de buen vino chileno al supermercado de California, para el bienestar de todos los californianos.

Producir más para los mercados externos produce un ciclo positivo. Las empresas exportadoras contratan más personas, piden más créditos y la inversión del sector se estimula. Sin embargo, no todo es tan bueno como parece, los bienes importados suben de precios, por eso, los automóviles, los electrodomésticos, la ropa de China, incluso los LEGOS de mis hijos se vuelven más caros! El dólar al subir por ejemplo desde 500 pesos por dólar a 700 pesos por dólar, significa un incremento de 40%.

Y si es así, ¿suben el precio de los LEGOS y otros productos en un 40%? No necesariamente, esa es una decisión de los importadores. En efecto, si un importador decide vender los LEGOS a un 40% más caro, puede que no venda tanto como antes. Claramente comprar un LEGO a un 40% más es una decisión mía, y en particular, de mi presupuesto (no de mis hijos que quieren aumentar su colección!). Al conocer el importador que muchos padres no demandarán más LEGOS, puede decidir reducir sus ganancias y aumentar el precio de los LEGOS en, por ejemplo sólo un 10%. Para bien de todos los padres un aumento de 10% aún es razonable, pero lo que es importante es que el aumento del dólar no se traspasó completamente al precio del juguete.

Tercero, si el traspaso del tipo de cambio es bajo, entonces el Banco Central de Chile no necesariamente subirá su tasa de interés para frenar la inflación. En otras palabras, y volviendo al ejemplo del LEGO, el Banco Central no deberá subir la tasa de interés para que los padres no pidan un crédito o abulten su línea de crédito para comprar el nuevo LEGO de la saga de Star War o Friends. En caso contrario, los precios de los bienes importados presionaran al IPC y el Banco Central para mala suerte de todos los fans de LEGOS deberán postergar su compra e inventar alguna historia tan increíble como exigir un promedio siete a fin de curso para obtener su regalo.

Sin embargo, todas las historias anteriores se complican si los importadores tienen expectativas que el aumento del tipo de cambio continuará.

En efecto, con esas expectativas será imposible parar el aumento, por ejemplo, del precio de los LEGOS, y con esto se producirá el temido traspaso precio no solo de los bienes de consumo, sino que el precio de todos los insumos importados subirán. En este caso, el Banco Central deberá subir la tasa de interés y con esto las cosas se complican.

¿Por qué? El aumento de la tasa de interés presiona para que los extranjeros traigan sus dólares y los depositen en los bancos chilenos para obtener una mejor rentabilidad. Pensemos en las familias americanas, japonesas, europeas y de otros países que aprovechando tasas de interés más altas en Chile, mandan sus dólares a ver si con esta especulación financiera pueden juntar más dólares y a su vez comprar por ejemplo los deseados LEGOS a sus hijos. El aumento en la oferta de dólares sin embargo, presiona a la baja el precio del dólar.

Sin embargo, necesitamos un dólar alto para exportar nuestros vinos a precios competitivos a los supermercados californianos. En este caso, hay que reducir otros costos en la producción del vino: un candidato es el costo del trabajo y de la tierra. Los precios de estos factores de producción deben caer para que nuestros exportadores puedan ofrecer por ejemplo, a los supermercados californianos vino chileno barato. En caso que los salarios (sueldos) y el precio de otros insumos no caigan rápidamente (en términos reales), la menor demanda por trabajadores y tierra cae. En ese punto, comienza a crecer el desempleo y muchos de los padres no solo no podrán comprar más LEGOS sino que también perderán su empleo. Este proceso se puede agudizar si varios países simultáneamente necesitan hacer el mismo ajuste macroeconómico de vender sus productos en otros mercados.

Además, es probable que las familias de California, producto que su economía no crece y por tanto tampoco sus sueldos y salarios, dejen de demandar el buen vino chileno por barato que sea. Este fenómeno no solo puede ocurrir en los Estados Unidos sino también en Europa, Japón, etc. La revista The Economist ha bautizado este fenómeno como un período de “baja inflación”: las familias de todo el mundo frente a la incertidumbre prefieren ahorrar en vez de gastar: mal por el vino chileno y por mucho otros productos exportados por economías emergentes hacia el mundo desarrollado.

Una buena noticia es que uno de los precios que también ha caído es el precio del petróleo. Por lo que los costos de llevar vino a los supermercados californianos debieran caer y con esto, los costos de producción de muchos otros productos suavizaran la necesidad de reducciones adicionales de sueldos y salarios reales. Desde esta perspectiva las familias que viven en los países productores de materias primas viven un drama similar a las familias chilenas: la caída del precio del cobre, el petróleo, el maíz, el trigo, el arroz, etc. están complicando sus bolsillos, y la compra de LEGOS y muchos otros productos deberá esperar hasta que la economía mundial agarre vuelo nuevamente.

La competitividad de la economía chilena es vital para impulsar el ajuste que se avecina. Hay que reducir costos (aumentos de productividad) y dejar que el tipo de cambio suba, aunque con eso se deba aceptar algo de inflación adicional y se postergue por un par de años más esa meta. Por el contrario, la economía deberá hacer ajustes dolorosos en términos de empleo.

Por el lado fiscal, es importante sostener el gasto en áreas claves, hasta que la tormenta amengüe. En caso contrario no serán menos LEGOS, sino menos caminos, educación y gasto social en general los que sufrirán el ajuste macroeconómico y por ende se retrocederán algunos pasos en el desarrollo de nuestro país.

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