Claudio Agostini, Diario Financiero, Jueves 18 de noviembre del 2010
Desde que el gobierno anunció un proyecto de ley para permitir la venta de medicamentos sin receta en supermercados además de farmacias, que hoy tienen la exclusividad, ha surgido una ola de críticas en contra. Siempre es bueno el debate de ideas y considerar distintos puntos de vista permite implementar mejores políticas públicas. Sin embargo, en este caso hay varios argumentos que no ayudan y creo que el debate ha sido precario. Hay argumentos que son simplemente interesados y defienden el privilegio de la exclusividad, pero se disfrazan de defensa del bien común; otros son claramente inconsistentes; y hay algunos que son al menos curiosos. Entre estos últimos está el que esta medida “no corresponde a la realidad sanitaria del país” y que esto “haría perder el respeto que merece un medicamento”. Cuesta encontrar la relación entre estos argumentos y la pregunta de fondo, respecto a los costos y beneficios de esta medida.
Uno de los potenciales beneficios de que entren más actores a la venta de medicamentes es obviamente que bajen los precios, lo cual es una amenaza para las farmacias existentes. Esto es puesto en duda por la Unión de Dueños de Farmacias Independientes, quienes señalan que sus estudios indican “que no es así y, por el contrario, van a subir porque el hecho de tener productos en los anaqueles de los supermercados implica un costo que se suman al precio intrínseco del producto”. Sorprende que estén preocupados y reclamen porque suban los precios ¿Les molestará tener que vender sus productos más caros? ¿O no estarán tan convencidos de que efectivamente van a subir? En la misma línea un senador señaló que el riesgo es que “en vez de una libre competencia y de precios más económicos para los consumidores, terminemos mucho más preocupados por otra colusión entre las farmacias”. Su temor, entonces, es que suban los precios, pero luego dice: “Sin contar, además, el daño económico que tendrían las farmacias de barrio o boticas que apenas pueden competir contra las grandes cadenas para que ahora, tengan un tercer competidor: los supermercados”. ¿Cuál sería el daño económico para las farmacias de barrio si hay colusión y suben los precios? ¿Qué no puedan competir con un nuevo entrante no se debe a que este tendrá precios más bajos? Igualmente, un diputado señala que “nada garantiza que pasando de tres cadenas de farmacias a tres cadenas de supermercados, tengamos mejoría en los precios. Al revés, vamos a tener otra concentración monopólica que claramente va a perjudicar al usuario porque ahí va a haber concentración de precios entre los propios oferentes”. Si pasamos de tres a seis oferentes baja la concentración ¿Por qué aumentarían los precios entonces? Coherencia en la argumentación es lo menos que se puede pedir en el debate público, sobretodo a quiénes van a legislar sobre la materia.
Por último, el Colegio de Químico-Farmacéuticos amenaza con que esto es “un riesgo para la salud de los chilenos”, ya que “la venta de medicamentos sin receta en las góndolas de los supermercados, podría aumentar la automedicación”. La paradoja es que al mismo tiempo se reconoce que hoy la automedicación es alta, cerca del 58%, porque los remedios “se venden sin ninguna restricción y muchas veces son ‘recetados’ por el dependiente”. Cuesta entender, entonces, por qué aumentaría la automedicación. Hoy las personas no sólo pueden comprar medicamentos sin receta y automedicarse sin restricciones, sino que al comprar en la farmacia el dependiente “receta” remedios de acuerdo a la dolencia por la que se pregunta. Además, los vendedores presionan en la caja para comprar productos adicionales en oferta. ¿Por qué el Colegio de Químico-Farmacéuticos no se opone a estas prácticas que hoy aumentan la automedicación? Al comprar en un supermercado el consumidor no va a tener a un dependiente que le “recete” ni tampoco a un vendedor que lo empuje a comprar medicamentos adicionales. Tal vez con eso disminuya la automedicación.
En mi opinión, aún no hay buenos argumentos, coherentes y con evidencia detrás, para oponerse a la venta de remedios sin receta en supermercados tal como se hace en muchas otras partes del mundo. Lo que muestran los datos es que el precio promedio de este tipo de medicamentos en Chile es el doble que en Estados Unidos. La mayor competencia debería llevar a bajar los precios y ese es el mejor argumento a favor del proyecto.
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