Por Carlos García, Ph.D. en Economía, University of California at Los Angeles, Estados Unidos. Profesor Facultad de Economía y Negocios.
Artículo publicado en Revista Observatorio Económico Nº 69, enero de 2013
El 2013 comenzará con la misma preocupación sobre el estancamiento de las economías desarrolladas: las expectativas de los expertos apuntan a un crecimiento de 1,6% para estas economías, solo algunas décimas por encima del crecimiento registrado el 2012 y muy por debajo del crecimiento de antes de la crisis del 2008. Sin embargo, pese a este negativo escenario externo, el impacto sobre la economía chilena ha resultado ser más bien marginal, excepto por el sector frutícola donde sí se observa una desaceleración en los últimos meses. El verdadero impacto de la actual situación externa en cambio, se está transmitiendo en nuestra economía a través de un dólar bajo, lo que produce una serie de efectos que pueden dañar seriamente la capacidad exportadora y productiva de la economía nacional.
En efecto, desde el 2012 se han registrado fuertes y preocupantes entradas de capitales externos: en el período diciembre octubre del 2012 se han triplicado la entrada de capitales externos en relación al mismo período del 2011. La explicación de este fenómeno lo puede entregar la teoría económica de las finanzas internacionales. Esta teoría señala que una diferencia positiva entre la tasa doméstica y la externa de interés, ajustada por expectativas de devaluación y riesgo país, atrae capitales externos. En otras palabras, es más rentable poner un dólar en Chile que en los Estados Unidos o en la decaída zona Euro. En consecuencia, el exceso de oferta de dólares en el mercado cambiario nacional a su vez presiona a la baja el precio del dólar. Todo esto ocurre por la sideral expansión de la oferta de dólares por parte de la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) a una tasa de interés de prácticamente cero. Durante el 2013 se espera que la situación no cambie hasta que ceda la alta tasa de desempleo que se observa en ese país. Sin duda, la lucha de la FED contra el desempleo en los Estados Unidos ha sido colosal y será recordada como uno de los grandes aciertos de la economía como ciencia aplicada o ingeniería social para evitar una catástrofe como la gran depresión del siglo pasado.
No obstante la acertada e inusual política de la FED tiene también un lado B para la economía chilena: la pérdida de competitividad de nuestros productos. En pocas palabras, un dólar bajo también significa un tipo de cambio real más bajo. Así, recordando que el tipo de cambio real mide los precios relativos entre, por ejemplo, los Estados Unidos y Chile, una caída de este precio indica que los precios nacionales comienzan a ser más altos (y caros) que en los Estados Unidos. Por tanto no solo los americanos comenzarán a reducir la demanda por nuestros productos, también lo harán europeos y japoneses porque todos están siguiendo la misma política monetaria expansiva.
Uno puede preguntarse por qué si la FED está implementando una política transitoria, especial e inusual para salvar su economía, nosotros no podemos hacer lo mismo para mantener estable el tipo de cambio y así sostener a nuestro sector exportador. La comparación es válida porque en el caso de la FED una vez que esta alcance sus objetivos de desempleo, ella retirará la liquidez que ha inyectado en la economía para evitar presiones inflacionarias. Entonces, ¿No puede hacer lo mismo el Banco Central de Chile? Es decir, intervenir el dólar hasta que se normalice la política de los países desarrollados.
En efecto, la libre fluctuación del dólar puede producir ineficientes cambios en la asignación de los recursos. La caída de la demanda externa en el corto plazo no necesariamente produce reducciones en los precios y salarios que permitan acomodarla. Por el contrario, se ha demostrado que en el corto plazo, los precios no se ajustan a la velocidad necesaria para asegurar el pleno empleo, con lo cual la menor demanda externa se traduce en desempleo, cierre de firmas, pérdida de capital y/o sobre endeudamiento, lo que impide enfrentar adecuadamente las caídas de las ventas. Por el lado de la inversión privada, es probable que se posterguen proyectos en el sector exportador.
Sin embargo, todos estos cambios pueden ocurrir por un tipo de cambio bajo que no es necesariamente de equilibrio. En efecto, estos eventos no tienen que ver con las ganancias de productividad de la economía chilena, que sí es una fuerza que tiende a apreciar el peso a través del tiempo. Pero el proceso de ganancias de productividad es diferente y no significa necesariamente un problema para los exportadores nacionales: las ganancias de productividad también significan mayor producción de bienes transables (exportables), lo que se traduce a su vez, en más recursos para la economía y en consecuencia en un dólar más bajo. Esto es sano que ocurra, puesto que los exportadores pueden mantenerse compitiendo en los mercados externos a pesar de la caída del dólar. Esto porque los exportadores pueden enfrentar la competencia externa con costos también más bajos. Por el contrario, una vez que la expansión de la liquidez internacional normalice el dólar, y puesto que no son temas de productividad los responsables del bajo valor del dólar, éste tenderá a subir. En otras palabras, el actual tipo de cambio bajo puede estar produciendo un estrés innecesario sobre el sector exportador mientras esperamos que se produzca esa normalización.
Obviamente este lúgubre panorama es válido sólo para las exportaciones no tradicionales (frutas, vinos y sector industrial). Las exportaciones mineras siguen una dinámica diferente porque están -y seguirán siendo- empujada por el crecimiento de China, que en el 2013 se espera crezca en torno al 8,0%. Si bien esto es bueno para las empresas mineras, las economías regionales del norte y el sector fiscal, el exceso de dólares por las exportaciones de cobre y sus derivados pueden reforzar más la caída del dólar.
En definitiva, el tema del 2013 no será el crecimiento de la economía chilena: es muy probable que crezca por lo menos a una tasa de 5,0%. Las discusiones y complicaciones estarán en la caída del dólar. El desafío de este año será complejo, especialmente para recetas demasiadas ortodoxas con tendencias a subir la tasa de interés en tiempos de bonanza que pueden hacer caer más el dólar. Se necesitará más imaginación en el diseño de las políticas económicas para compatibilizar una expansión de la economía sin que se produzcan desequilibrios por exceso de consumo (importaciones baratas) y un daño innecesario en el sector exportador.