Por Lucas Navarro, Ph.D en Economía, Georgetown University, Director Magíster en Economía, Universidad Alberto Hurtado
Artículo publicado en Revista Observatorio Económico Nº 73, julio de 2013.
Los datos de la Encuesta Nacional de Empleo del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) dan cuenta de una notable reducción de la tasa de desempleo, que llegó a 6% a fines del año pasado y se ha mantenido en niveles similares durante el primer trimestre de este año (6,2%)1. Esta tendencia se inicia a fines de 2009 cuando la economía lograba comenzar a salir del efecto de la crisis financiera internacional, sosteniéndose hasta ahora. En efecto, según los datos disponibles, desde mediados de 2009 se observa que aumentó el empleo en casi 20%, incluso cuando crece la incorporación de personas a la fuerza laboral en 13% en igual período. Este crecimiento ha sido principalmente fuerte en el empleo asalariado y, dentro de este, en el femenino, pues la tasa de participación femenina ha aumentado de 44% a inicios de 2010 a 48% en el trimestre marzo-mayo de este año, lo que, siendo positivo, está aún bajo en relación a los parámetros de países desarrollados.
Desde el punto de vista agregado, entonces, tenemos una dinámica muy aceptable de las tasas de desempleo, ocupación y participación laboral. A esta evolución de las “cantidades” se suma un favorable comportamiento de los “precios” en el mercado laboral. En efecto, los datos del INE muestran que las remuneraciones reales promedio pasaron de estar relativamente estancadas en términos reales durante la crisis financiera internacional a crecer en, aproximadamente, 13% acumulado entre junio de 2009 y abril de este año (las remuneraciones nominales, por su parte, crecieron en torno al 23% en el mismo período).
Respecto a si esta saludable dinámica agregada ha contribuido a reducir la desigualdad salarial, la respuesta es que, aparentemente, no mucho. Según la CASEN, el índice de Gini, que mide la desigualdad de ingreso, se ha mantenido constante entre 2009 y 2011. Y, según la OECD (Going for Growth, 2013), Chile es el país de mayor desigualdad de los países del grupo, aun cuando esta se ha reducido muy levemente en los últimos años. Estos datos sugieren que la bonanza del período actual habría beneficiado a individuos de distintos niveles de ingreso de manera similar.
A la hora de encontrar una explicación a estos comportamientos, el manejo macroeconómico reciente ha favorecido unas altas tasas de crecimiento económico que alimentaron el actual proceso de creación de empleo. Incluso algunos sugieren que, beneficiados por el aumento del precio del cobre y dado el escenario económico internacional adverso, la política fiscal ha sido expansiva en exceso.
¿Por qué la desigualdad se mantiene constante? Para dilucidar este problema, es necesario enfocarse en aspectos más estructurales, como las condiciones que la sociedad brinda para la movilidad social. En esto la discusión sobre la rentabilidad de la educación (y su calidad, que se viene debatiendo en el país) es muy importante: en cierta medida, la sociedad percibe que las familias están haciendo un esfuerzo financiero muy grande para acceder a la educación superior pero que sus retornos esperados en el futuro no parecen muy importantes y fáciles de predecir.
Sobre los desafíos del mercado de trabajo, en este momento se podría decir que nos encontramos en una situación de perplejidad en el análisis. Durante el período posterior a la crisis asiática se notaba cómo las tasas de desempleo no caían, aun cuando la economía se recuperaba fuertemente, y por muchos años tuvimos tasas de desem-pleo muy elevadas. En esos momentos, desde la disciplina se sugirió, por ejemplo, que el régimen de indemnización por años de servicios vigente en Chile era muy costoso y atentaba contra la creación de empleos de calidad, en detrimento de ocupaciones inestables y de corta duración. En un estudio sobre el mercado laboral chileno en tiempos de crisis, publicado en 2009 por la Universidad Alberto Hurtado2, estimamos que eliminar el sistema de indemnización por años de servicio y reemplazarlo completamente por un modelo de protección contra el desempleo como el vigente, que significara una mayor contribución en porcentaje del salario al fondo de cesantía, podría ser beneficioso para la creación de empleo y aumentar el PIB de Chile en 5% de una sola vez. Otro factor muy sospechoso de generar el pobre desempeño del mercado del trabajo en aquella época fue la política de salario mínimo, frente a la cual muchos también sugirieron limitar sus aumentos.
En estos momentos nos encontramos, sin embargo, con que ninguna de estas dos políticas ha cambiado y que la tasa de desem-pleo está en su menor nivel de los últimos 15 años. Esto puede deberse a que la economía es más rica y las empresas están mejor preparadas para enfrentar los costos de las regulaciones laborales que en la década pasada. De todos modos, y más allá de estos notables avances, una racionalización de ciertas regulaciones laborales puede llevar a un mejor funcionamiento del mercado de trabajo y alcanzar tasas de desempleo incluso menores. Si bien las ganancias en términos de reducir desempleo podrían no ser tan importantes en tiempos buenos como los actuales, eso prepararía mejor al mercado de trabajo para momentos malos del ciclo económico que siempre pueden suceder.
Un aspecto fundamental para poder seguir mejorando el bienestar de los trabajadores y la performance del mercado de trabajo es la productividad. Para esto las políticas de capacitación son fundamentales. En la medida que aumente la productividad, el mercado laboral podrá seguir financiando mayores salarios y si éstos se concentran mayormente en aquellos que ganan menores ingresos, favorecer a la reducción en las desigualdades.
A modo de conclusión, los datos de los últimos años del mercado laboral muestran una situación por demás beneficiada por el desempeño macroeconómico. Sin embargo, y a partir de la fuerte caída observada en el precio del cobre en las últimas semanas, el escenario actual plantea interrogantes sobre las expectativas para el resto del año y el próximo. Más allá de que aún no está claro si esta caída del precio del metal rojo es transitoria o permanente, el tipo de cambio se ha depreciado fuertemente. Frente a este escenario, se espera una importante caída en el valor de las exportaciones con el consiguiente efecto negativo en la demanda agregada y de empleo. Por otro lado, con la depreciación del peso los exportadores enfrentan mejores condiciones de entrada a los mercados internacionales que estimularía su actividad. ¿Qué efecto será más importante en la evolución de la macroeconomía y cómo afectará al mercado de trabajo? Difícil saberlo. Habrá que seguir de cerca los datos de los próximos meses para predecirlo.
1El dato de desempleo del trimestre móvil marzo-mayo es de 6.4%, 0.3 puntos porcentuales menor al del mismo trimestre de 2012.
2García, C., González, W. y Navarro, L. “Mercado laboral chileno en tiempos de crisis: Políticas macroeconómicas y reformas pendientes”, en “Entre las Buenas Intenciones y las Buenas Soluciones“ (2009), Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile.