Por Soledad Parra, Académica de la Facultad de Economía y Negocios.
El aumento de los problemas sociales y medioambientales en la mayoría del planeta, que ni los gobiernos por sí solos, ni el tercer sector, ni las instituciones multilaterales como el banco Mundial y menos los mercados han logrado superar, han generado la aparición de varias tendencias globales, que ya se pueden distinguir más claramente durante esta última década, con respecto a la creación de nuevos tipos de organizaciones o a la transformación de las ya existentes.
La primera tendencia empujó a las tradicionales empresas privadas u organizaciones con fines de lucro (for profit) y/o los llamados «emprendimientos por oportunidad», para que volvieran su mirada lentamente hacia la solución de problemas sociales y medioambientales, a través de la «Responsabilidad Social Empresarial». Aunque existe un consenso en cuanto a que este impulso hacia la RSE, se debe en gran parte a la búsqueda y necesidad de crear una imagen positiva hacia sus grupos de interés, por lo tanto, este concepto y sus correspondientes acciones se fundamenta sólo sobre buenas intenciones, sin ningún control o regulación que permita medir y hacer sostenibles los esfuerzos.
Una segunda tendencia ha incentivado a las tradicionales organizaciones sin fines de lucro (non-profit), las que suelen llamarse ONGs, que pueden ser asociaciones, corporaciones, fundaciones, cooperativas, etc., que pertenecen al Tercer Sector o a la llamada Economía Social, insertas dentro de los «emprendimientos sociales», y que solían financiarse principalmente por donaciones privadas y/o subvenciones públicas, para que se incorporen al mundo de los negocios con el objetivo de generar ingresos propios, debido a la disminución de esos montos de dinero donado o subvencionado por una mayor competencia para su obtención, lo que además les permite ser más independientes y lograr su auto-subsistencia.
Una tercera tendencia global generada por un entorno de carencias (pobreza, desempleo, etc.) ha impulsado la creación de organizaciones que nacen de la necesidad dentro de los llamados «emprendimientos por necesidad», ya sea para superar la pobreza, para mejorar la calidad de vida familiar o para lograr un ingreso que no se ha podido alcanzar a través del empleo remunerado. Y aquí se encuentran todas las microempresas nacidas principalmente en los países en desarrollo a través de los microcréditos, aunque también este fenómeno se puede observar en países desarrollados en un nivel diferente donde los profesionales se vuelven autónomos o independientes, debido a la gran crisis financiera y su consecuencia en cuanto a desempleo y falta de oportunidades.
Y una cuarta e incipiente tendencia mundial motivada en gran parte por la futura escasez de recursos naturales (ej.: agua, suelo cultivable, etc.) y conflictos sociales latentes (ej.: desigualdad, hambruna, etc.) empuja hacia la creación o transformación de las organizaciones existentes en entidades sostenibles, es decir hacia los llamados «emprendimientos sostenibles o sustentables». Esto significa que deben cumplir con tres condiciones: solucionar o al menos no crear ningún problema social, respetar el medioambiente y si es posible mejorarlo en su entorno, y además, ser económicamente rentables y auto-suficientes.
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