Artículo publicado en el Diario El Mercurio, lunes 9 de septiembre de 2013
Nos golpean en septiembre con el cierre de una fábrica de papel periódico en Río Vergara y la paralización de un alto horno en Huachipato. Chile está perdiendo casi 1% de Producto Interno Bruto al año por los altos costos de la producción eléctrica. Ello se manifiesta en cierres de empresas, pero también en frustración de proyectos o expansiones productivas que no ocurren por bajas rentabilidades causadas, entre otros, por los costos desorbitados de la energía.
¡Peor aún! El Congreso Nacional despachará una ley, la 20/25, que aumenta los subsidios cruzados en favor de tecnologías eléctricas actualmente caras, lo que gravará más el precio de la electricidad.
Por razones estéticas y supuestamente por solidaridad ambiental con el resto del mundo, estamos rechazando la instalación de centrales hidroeléctricas y a carbón, que harían que nuestros costos eléctricos se estabilizaran, a lo más, a los niveles de precios que hoy pagamos en nuestras casas. Es bueno saber que esos precios inevitablemente subirán en los domicilios en los próximos años, por los retrasos de inversiones y errores que se han cometido (como la ley 20/25). Actualmente, ya están mucho más altos para las empresas grandes y para los nuevos inversionistas, que enfrentan los reales costos chilenos de producción eléctrica.
De cada US$ 1.000 millones anuales que Chile está dejando de producir por atrasar inversiones eléctricas eficientes para supuestamente retardar el «Calentamiento Global», recuperamos el beneficio en menor temperatura derivado de perder US$ 2 millones y le regalamos al mundo lo equivalente derivado de los US$ 998 millones. Como ese fenómeno es global, no tenemos cómo apropiarnos más de los beneficios generados: en todo el mundo subiría un pichintún menos la temperatura.
En cambio, si no atrasáramos ni obstaculizáramos las inversiones eléctricas eficientes y ambientalmente al día, tendríamos más de US$ 2.000 millones al año de PIB con sus respectivos impuestos y, en vez de sacar leyes como la 20/25, podríamos acelerar la plantación de bosques (que absorben CO {-2} , contribuyen a climas lluviosos y generan empleo). Igualmente, podríamos subsidiar la desalinización de agua de mar en el norte para consumo humano y para cultivar el desierto. Además, podríamos construir muchas represas y tranques que capturen el agua dulce que hoy se va al mar, para combatir el efecto de las sequías permanentes y transitorias. Así, nos apropiaríamos de la mayor parte de los beneficios de nuestras acciones.
Se echa de menos una mirada política integral a este y a muchos otros problemas que nos aquejan como país. El tema eléctrico se analiza en forma aislada y con mucho lobby de vendedores de equipos eléctricos ineficientes, que amparan en ecologismo un lucro imposible de obtener en un marco competitivo abierto (ver caso de Europa). Se quisieran las empresas pyme un pedacito de las facilidades que se les están dando a estos comerciantes.
Chile está perdiendo terreno por políticas que no integran el tema eléctrico con el sistema económico y sus repercusiones sociales. Lo mismo pasa en transportes (falta de prioridad al transporte de carga ferroviario), en educación (gratuidad en educación superior, cuando el principal objetivo debe estar en preescolar, básica y media), y en otros campos centrales de nuestro vivir.
JORGE RODRÍGUEZ GROSSI
Decano Economía y Negocios
Universidad Alberto Hurtado
Director de empresa eléctrica