Manuel Willington* y Lucas Navarro** [1] * PhD Economía Universidad de Pennsylvania, USA y académico Universidad Adolfo Ibáñez. ** Ph.D. en Economía, U Georgetown, Estados Unidos y Director Magíster en Economía, FEN UAH.
Publicado en revista Observatorio Económico Nº 98, 2015.
“Los chilenos pasan muchas horas en la pega, pero igual son buenos para sacar la vuelta…” Esta frase, lugar común en discusiones informales, refleja bastante acertadamente la situación laboral en nuestro país. En Chile, las horas trabajadas son muchas y el resultado no es una alta productividad. Si bien no es un aspecto que se trate explícitamente en la reforma laboral, la extensión de la jornada laboral y la asignación de horas trabajadas es un tema de discusión permanente desde hace muchos años. Así, por ejemplo, en el debate sobre reemplazo en huelga, desde algunos sectores se propone que las empresas creen bancos de horas extra con tal que cada trabajador pueda disponer de una jornada laboral total de hasta 12 horas diarias durante el año[2].
En el año 2005 se implementó una reforma que redujo la extensión de la jornada laboral de 48 a 45 horas. Más aún, luego de esa reforma se presentaron proyectos de ley para reducir ese límite a 40 horas, lo que todavía está en debate. Uno podría pensar que una restricción de este tipo sería bienvenida pues Chile es uno de los países de la OECD donde se trabajan más horas, aunque en niveles similares al de otros países de la región.
Las razones por las que los países imponen límites de horas máximas a la jornada laboral son básicamente dos: por un lado, promover un mejor equilibrio entre vida laboral y ocio (lo que algunos llaman life balance), que se asociaría a mejores resultados de salud, mayor seguridad y, en definitiva, mayor bienestar de los trabajadores. Estos argumentos subyacen la Directiva de la Comunidad Europea sobre Ordenación del Tiempo de Trabajo introducida en el año 1993 y reformada en el 2000 y 2003. Estudios para Inglaterra, Alemania y Suiza muestran que, en efecto, un alto porcentaje de ocupados desearía trabajar menos horas con reducción proporcional de sueldos.
Un segundo argumento para la introducción de límites máximos en la jornada es el de la mayor creación de empleo que se generaría por la necesidad de contratar más trabajadores para cumplir la misma cantidad de horas trabajadas (work sharing). Este tipo de políticas fue impulsado durante la Gran Depresión por Hoover con el slogan “Job Security by Job Sharing” y por Roosvelt con “President’s Reemployment Act” que limitaba la semana laboral a 35 horas y establecía un salario mínimo horario. Más recientemente, Alemania occidental en los años 80 (en negociaciones industria por industria) y Francia en el año 2000 (con una legislación general), redujeron la semana laboral con el objetivo explícito de aumentar el empleo. En ambos casos, las reducciones de jornada no incluían una reducción proporcional del salario. Este argumento, sin embargo, debe tomarse con cautela. La reducción de horas podría llevar a las empresas a contratar más horas extras sin aumentar significativamente la cantidad de empleados. En este caso, el costo marginal de la mano de obra aumentaría y, en el mediano plazo, podría llevar a la sustitución de esta por capital. Lo mismo podría ocurrir si la reducción de la jornada no es acompañada por una reducción de los salarios. No sorprende entonces, que la evidencia internacional sobre si esta política cumple con este objetivo sea mixta.
La evidencia para Chile[3] muestra que la reforma del 2005 en la extensión de la jornada laboral habría tenido un efecto nulo sobre el empleo y positivo sobre el salario por hora, lo que sugiere en definitiva, que la política habría tenido un efecto positivo sobre el bienestar de los trabajadores. Ahora bien, ¿desearían los trabajadores chilenos trabajar menos horas en la situación en la que están? Los datos de la última Encuesta Suplementaria de ingresos del INE disponible (NESI) de fines de 2013 muestran algunos resultados interesantes en relación a las preferencias de los trabajadores sobre a las horas trabajadas y su situación laboral.
El 85 % de los asalariados en Chile entre 25-65 años tienen contrato y trabajan jornada completa. Considerando solo a los hombres (61% de la muestra), dado que presentan mayor estabilidad en sus entradas y salidas al mercado laboral que las mujeres, cerca del 80% reporta que sus horas efectivas de trabajo por semana coinciden con las habituales. Según la encuesta, ese grupo mayoritario de asalariados trabaja en promedio un poco menos de 47 horas semanales.
La NESI permite identificar tres grupos distintos de trabajadores según sus preferencias de horas de trabajo: aquellos que están satisfechos con su jornada laboral; los que desearían trabajar más horas y quienes estarían dispuestos a trabajar menos horas con reducción proporcional en el salario. Los resultados revelan que sólo dos tercios de los trabajadores de la muestra están satisfechos con su jornada laboral, que solo 1,5% estaría dispuesto a trabajar menos horas por un salario proporcionalmente más bajo y que, llamativamente, casi un tercio (específicamente, 630 mil trabajadores) querría trabajar más horas.
Esto es realmente sorprendente puesto que estamos hablando de asalariados que ya están trabajando a jornada completa (generalmente 45 horas) y tienen contrato de trabajo. Más aún, el 70% de estos trabajadores tienen contrato indefinido y con empleos estables. ¿Qué explica entonces, que sean tantos los trabajadores que quieren trabajar más en Chile? Los datos sugieren que la respuesta viene por el lado de los ingresos. En efecto, los asalariados que desean trabajar más ganaban en promedio 487 mil pesos al momento de la encuesta, mientras que los trabajadores “satisfechos” con la extensión de su jornada de trabajo recibían un 30% más (639 mil pesos). Los pocos trabajadores que estarían dispuestos a reducir su jornada y sus ingresos, por su parte, tienen ingresos promedio de 870 mil pesos.
Los datos de la encuesta también permiten apreciar que casi la totalidad de esos trabajadores que quieren trabajar más no lo hacen porque la firma no dispone de horas o porque no se les paga horas extras. Presumiblemente, quienes desearían trabajar menos horas enfrentan problemas de flexibilidad de la jornada que limitan sus decisiones.
A pesar de que el número de horas trabajadas en Chile es alto, según los datos casi todos los asalariados dicen estar satisfechos con la extensión de su jornada laboral o bien, dicen querer trabajar más. Que un tercio de ellos quiera trabajar más es un indicador de que la productividad y los salarios de muchos trabajadores no alcanza para sostener su nivel deseado de ingreso. Que los mismos trabajadores expresen que prefieran trabajar más para aumentar sus ingresos es otro indicador de la necesidad imperiosa de aumentar la productividad en Chile (y los sueldos …).
[1] Los autores agradecen el financiamiento del proyecto Fondecyt Regular 1130847 “Working Hours Limits in an Adverse Selection Labor Market”.
[2] http://www.latercera.com/noticia/negocios/2015/09/655-646612-9-reforma-laboral-las-claves-de-las-indicaciones-que-la-dc-entrego-al-gobierno.shtml
[3] Ver Sánchez, Rafael (2013) “Do reductions of standard hours affect employment transitions? Evidence from Chile” Labour Economics, 20, 24-37.