Desigualdad en Chile

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Por Marcela Perticara* y Mauricio Tejada**. *Académica FEN UAH, Ph.D. en Economía, U Texas A&M, Estados Unidos. **Académico FEN UAH. Ph.D. en Economía, U Georgetown, Estados Unidos.

oe81 Publicado en revista Observatorio Económico Nº 110, 2016.

Cada vez que la Encuesta de Caracterización Socioeconómica (Encuesta CASEN) entrega sus resultados, se reabre el debate sobre los niveles y cambios en la pobreza y desigualdad del ingreso en Chile. Existe siempre mucha expectativa por definir si ha habido una caída (o no) en estos indicadores, tanto que en algunas ocasiones, el debate público frente a estos resultados se ha tornado ácido con culpas que van desde un sector político a otro. Inclusive, durante la administración pasada, aparecieron acusaciones de manipulación de estadísticas debido a que se  había cambiado la metodología de ajuste de los ingresos.

Esto contrasta con la entrega de este año, en que la CASEN 2015 pasó casi desapercibida. Hubo mucho menos propaganda que en períodos pasados pese a que los resultados no eran malos pues mostraron que la pobreza medida por ingresos ha caído de manera sistemática en los últimos dos años, mientras que los indicadores de distribución del ingreso (autónomo sin considerar transferencias monetarias del Gobierno) se mantuvieron relativamente estables con una leve caída en el período 2013-2015 (ver Gráfico 1).

En un contexto como el actual, con  un debilitamiento del mercado laboral, resulta interesante evaluar los cambios que pudieran haberse producido en la distribución del ingreso en los últimos 10 años luego de un par de crisis importantes y de la implementación de las reformas en el sistema de pensiones, además del gran entramado de programas sociales que otorgan algún tipo de subsidio monetario a los hogares más vulnerables de Chile (1).

Pero los indicadores tradicionales de desigualdad de ingresos, como el presentado en el Gráfico 1, pueden esconder diferencias importantes asociadas a heterogeneidades inherentes a características socio-demográficas de la población, y por tanto podrían dar una idea errónea del estado de la desigualdad para diferentes grupos de la población. La edad o ciclo de vida es sin duda una fuente de heterogeneidad importante al estudiar la desigualdad de ingresos, ya que las personas, en las distintas etapas de su vida enfrentan diferentes condiciones laborales y pueden estar expuestos de forma distinta a programas sociales. Adicionalmente, características como el género y el nivel educativo de las personas también pueden ser fuentes relevantes de heterogeneidad que exacerban el efecto del ciclo de vida. Dado lo anterior, en este artículo tratamos de realizar un ejercicio que nos permita separar los efectos del ciclo de vida sobre las medidas de desigualdad, de tal manera de medir la desigualdad de ingreso al interior de distintos grupos etarios (2). En el análisis nos concentramos en los hogares y definimos la edad del hogar como la del jefe del mismo. Además, separamos el análisis por género y nivel educativo del jefe de hogar. Así, por ejemplo, con las medidas presentadas más adelante podemos analizar cómo ha cambiado la desigualdad de ingresos, en los últimos 10 años, entre los hogares jóvenes cuyo jefe de hogar es una mujer educada.

El análisis en base a distribuciones condicionales del ingreso por tramo de edad, permite observar que los indicadores de distribución del ingreso convencionales esconden una alta heterogeneidad en la posición relativa de los hogares de acuerdo al ciclo de vida. En particular la inequidad de ingresos es mayor para hogares con jefes hombres de avanzada edad y para hogares de mujeres jóvenes. En la última década, la distribución de ingresos antes de subsidios ha mejorado levemente para los hogares con cabeza mujer (independientemente de su edad), y para los hombres jóvenes, pero no así para hogares con jefes hombres mayores de 60 años. Ahora bien, cuando consideramos subsidios, claramente la política pública (sin considerar un criterio de costo-beneficio) ha mejorado de manera importante la distribución del ingreso para todo tipo de hogar. Pareciera que la mejora es mayor para hogares con jefaturas femeninas más jóvenes y para hogares con jefaturas masculinas de mayor edad (ver Gráfico 2).

Un análisis similar puede hacerse según el nivel de calificación del jefe de hogar, notándose un patrón similar, en el sentido que (antes de subsidios), las mejoras son fundamentalmente en hogares con cabezas más jóvenes; después de subsidios, la mejora es muy grande para trabajadores de baja calificación (sin ningún título superior), y en particular hogares con jefes de edad mayores de 60 años. Como era de esperarse, para los trabajadores calificados la incidencia de los subsidios es casi nula (ver Gráfico 3). Nótese que la inequidad de ingresos es bastante más estable por edad de jefe para los trabajadores calificados en el año 2015, pero tiende a aumentar para hogares con jefes mayores de 60 años.

Para concluir, tanto las estadísticas de pobreza como las de distribución del ingreso muestran mejoras en los últimos años. La distribución del ingreso en particular, parece haber mejorado en los últimos 10 años, aunque existen importantes heterogeneidades de acuerdo al ciclo de vida del hogar. En particular, sin considerar los subsidios monetarios, la inequidad del ingreso es alta en hogares con jefes mayores de 60 años, aunque ciertamente el actual esquema de protección social compensa en la dirección correcta. Este efecto es particularmente fuerte, como era de esperarse en el segmento de hogares con jefes no calificados. En los hogares con jefes calificados, es claro el efecto del sistema de pensiones, por cuanto la inequidad de salarios crece justamente para el segmento de hogares con jefes en edad de pensionarse. Con todo, sin considerar los costos del sistema de protección, es claro que la política de focalización de subsidios parece haber sido efectiva en mejorar la distribución de ingresos.

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1) Según el Banco Integrado de Programas Sociales (http://www.programassociales.cl/programas), existen al cierre del año 2015, 22 programas que otorgan algún tipo de ayuda monetaria directa, de bolsillo (247.703 millones de pesos), mientras que hay 297 programas sociales, que otorgan algún tipo de beneficio ($5.086.787 millones de pesos).

2) Calculamos medidas de desigualdad condicionales en la edad usando técnicas no paramétricas descritas en Gerfin (1994) “Income Distribution, Income Inequality and Life Cycle: A Nonparametric Analysis for Switzerland”. Usamos este enfoque para evitar definir grupos etarios de forma arbitraria. Para medir la desigualdad, usamos el índice de Atkinson. Este índice mide la desigualdad de manera diferente al ampliamente usado índice de Gini, ya que permite incorporar en la medida una valoración sobre los ingresos más bajos (o más altos) de la sociedad. En el caso de este ejercicio, les damos más importancia a los hogares de bajos ingresos, emulando así una sociedad con mayor aversión a dichos ingresos.

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