Poco más de dos años desde que el Congreso brasileño destituyó a la Presidenta Dilma Rousseff, cuyo gobierno terminó en escándalos de corrupción y una severa recesión, Brasil eligió un nuevo presidente el 28 de octubre. Jair Bolsonaro, un capitán retirado del Ejército y diputado durante los últimos 28 años. Comenzó su mandato de 4 años el 1 de enero pasado.
Por Raphael Galvao, PhD en Economía, University of Pennsylvania, EE.UU., Académico FEN-UAH
Publicado en revista Observatorio Económico Nº 133, 2018.
Durante los últimos años del gobierno de la Presidenta Dilma Rousseff, Brasil experimentó la peor recesión de su historia reciente y altas tasas de inflación. Mientras el PIB se redujo en 3.55% en 2015, la inflación alcanzó un máximo de 10.7% anual, lo que obligó al Banco Central a elevar las tasas de interés por encima del 14% anual (Figura 1).
En los años previos a la crisis, el gobierno federal recurrió a la contabilidad creativa para maquillar el déficit presupuestario. El artificio consistió en retrasar deliberadamente pagos a bancos públicos para financiar el gasto del gobierno. Esto creó préstamos que no fueron autorizados por el Congreso y por lo tanto violaba la ley de responsabilidad fiscal brasileña. A fines de 2014, este gasto no autorizado alcanzó casi el 1% del PIB. A medida que la investigación en Petrobras, la compañía petrolera estatal, revelaba nuevos casos de corrupción, la crisis económica se convirtió en una crisis política, que llevó al impeachment de Rousseff en agosto de 2016 en base a la violación de la ley fiscal.
El vicepresidente Michel Temer asumió el cargo de presidente interino en mayo de 2016 y fue juramentado oficialmente como jefe de Estado después de terminado el proceso de impeachment. Temer prometió un gobierno de transición enfocado en sacar al país de la recesión, reducir la inflación, limitar los gastos públicos y aprobar una serie de reformas económicas. Durante su breve mandato, logró aprobar algunas de las medidas propuestas, en particular la reforma de las leyes laborales de 1943, la introducción de un techo de gastos públicos por 20 años, los cambios en la regulación del sector eléctrico y el fin de la participación obligatoria de Petrobras en todos los campos en la región de la pre-sal.
El equipo económico de Temer también redactó una propuesta de reforma del sistema de pensiones, que no fue enviada al Congreso porque sería seguramente rechazada. A pesar de haber sufrido modificaciones desde fines de los años noventa, el sistema de pensiones brasileño es insostenible.
Como se muestra en la Figura 2, el déficit en el sistema de pensiones para los trabajadores del sector privado alcanzó el 2,8% del PIB en 2017, mientras que el déficit en el sistema para los trabajadores del sector público a nivel federal alcanzó el 1,4% del PIB. Cuando se contabilizan las pensiones a nivel federal, estatal y local, el Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA) estima que el déficit total del sistema de pensiones se acercó al 5,5% del PIB en 2017, y la situación se deteriorará aún más con el proceso acelerado de envejecimiento de la población brasileña.
Ante las acusaciones de corrupción y un índice de aprobación en un solo dígito, Temer no pudo poner fin a la crisis política que condujo a la destitución de su antecesor. Aunque la inflación ha retrocedido a menos del 4% al año, y la tasa de interés nominal ha alcanzado un mínimo histórico del 6,5% al año, el PIB brasileño aún se encuentra por debajo de su nivel anterior a la recesión. Después de un modesto crecimiento del 1.1% en 2017, se espera que el PIB aumente solo un 1.3% en 2018. La tasa de desempleo se mantiene al casi 12%, luego de alcanzar un máximo de más de 13% en 2017. Esta lenta recuperación se puede explicar parcialmente por la continua crisis política y la incertidumbre que rodeó la elección presidencial.
Es difícil anticipar la agenda económica de Bolsonaro. Durante la campaña presidencial, se abstuvo de responder preguntas relacionadas con la economía y prefirió centrarse en temas morales y en ataques a sus adversarios en la izquierda. Sin embargo, durante sus casi 30 años de actividad parlamentaria, cuando se trataba de cuestiones económicas, a menudo se aliaba con sus colegas de izquierda: votó en contra del Plan Real, que puso fin a los años de hiperinflación en 1994, en contra de las privatizaciones en el sector de las telecomunicaciones, contra el fin del monopolio de Petrobras en la industria petrolera y, más recientemente, contra el techo del gasto público (todos los cuales fueron aprobados). A pesar de este historial, Bolsonaro eligió como su principal asesor económico a alguien decididamente a favor de la responsabilidad fiscal, las privatizaciones y la liberalización económica.
Paulo Guedes, el nuevo Ministro de Economía, es un economista que recibió su doctorado de la Universidad de Chicago y realizó una exitosa carrera como banquero de inversiones. Desde el principio de la campaña, Bolsonaro admitía su ignorancia en materia económica y delegaba a Guedes cualquier pregunta al respecto. Después de la elección, Bolsonaro anunció la creación de un súper-ministerio para Guedes, resultado de la fusión de tres ministerios actuales: Hacienda, Industria y Comercio, y Planificación. Sus propuestas incluyen la reforma de los sistemas tributarios y de pensiones, la venta de empresas públicas y propiedades del gobierno, la flexibilización del mercado laboral y reducción de barreras al comercio.
El desafío más importante para Guedes será proponer una reforma de pensiones que se pueda aprobar en el Congreso. Él mismo propuso la introducción de un sistema de capitalización para reemplazar el actual sistema de reparto. Esta reforma está inspirada en el modelo chileno, que Guedes utiliza como ejemplo de éxito. Pero antes de convencer al Congreso, Guedes primero tendrá que convencer al presidente. Bolsonaro ha expresado públicamente su desconfianza en el sistema de capitalización, y recientemente dijo que la reforma de las pensiones debería hacerse gradualmente, comenzando con un pequeño aumento en la edad mínima para la jubilación.
Jair Bolsonaro atrajo a los votantes jugando el rol de outsider, con una fuerte retórica contra la corrupción y la “vieja manera de hacer política”, mientras atrajo a los mercados con la promesa de que Guedes tendría poder suficiente para perseguir sus metas. Si bien los mercados reaccionaron positivamente a la nominación de Guedes, muchas de las medidas que éste pretende tomar enfrentarán una fuerte oposición del público. Queda por verse si el apoyo de Bolsonaro a las políticas de Guedes durará cuando esto suceda. Aunque haya muchas reformas económicas por hacer, el gobierno de Bolsonaro probablemente será juzgado por su capacidad para aprobar la reforma del sistema de pensiones, que es tan impopular como necesaria.