Por: Eugenio Giolito, Ph.D. en Economía, University of Maryland, EE.UU. Académico FEN-UAH.
Publicado en revista Observatorio Económico Nº 143, 2020.
Del análisis de los datos disponibles parece concluirse que la gratuidad no tuvo un efecto importante en el acceso a la educación superior. Además, parece que tampoco ha sido bien aprovechada por parte de la población prioritaria a la que originalmente estuvo destinada.
Para llegar a estas conclusiones preliminares usamos los resultados del proceso PSU 2020, ubicándola dentro del contexto de la evolución de los indicadores de la Educación Superior en Chile en los últimos años.
Partamos el análisis comentando que, en el proceso PSU de este año, las 41 instituciones adscritas al sistema de admisión seleccionaron a 116 mil 47 personas, 79% de un total de 146 mil 465 postulantes, con una caída del alrededor de 7% con respecto al año anterior. ¿Cómo deberíamos interpretar está caída?
La evolución del número de postulantes seleccionados y la tasa de seleccionados desde la creación de la PSU en 2004 puede observarse en la Figura 1. En ella las líneas punteadas verticales nos ayudan a identificar dos momentos importantes en este periodo: el ingreso de ocho universidades privadas al Sistema Único de Admisión (SUA) en 2012 (que hasta ese momento incluía solamente a 25 universidades del CRUCh) y el primer año de gratuidad universitaria en 2016.
Nótese que mientras que en el 2012 observamos un aumento mayor del número de seleccionados que el de postulantes, el inicio de la gratuidad hizo caer la tasa de selección porque solo atrajo más postulantes con el número de vacantes congeladas (aunque se recupera posteriormente con el ingreso de nuevas universidades al sistema).
Dado que los datos de postulación y selección se ven afectados por la incorporación de instituciones al SUA, probablemente tendremos un panorama más claro si observamos la evolución de los inscritos y quienes rinden las pruebas obligatorias cada año.
En la Figura 2 puede verse que el número de egresados de escuela media tomando la PSU creció sostenidamente desde su creación (y particularmente desde el 2006 con el Crédito con Aval del Estado) hasta el 2012, para luego mantenerse en similares niveles desde entonces (alrededor de 250 mil alumnos). También se aprecia en la figura que la caída de este año en el número de seleccionados se corresponde casi exactamente con la caída en el número de estudiantes que tomaron la prueba. Cabe destacar que no parece que esta caída se deba a factores demográficos si la comparamos con el número de inscritos, que aumentó 1% con respecto al año anterior. Lo que, en nuestra opinión, es más llamativo es no observar cambios en el número de jóvenes que toman la PSU con el advenimiento de la gratuidad en 2016, a diferencia de lo ocurrido con el Crédito con Aval del Estado a partir de 2006.
Dado que los datos del SUA nos muestran solamente una parte del sistema de educación superior chileno, recurriremos a los datos de matrícula del MINEDUC, que también incluyen a los Centros de Formación Técnica e Institutos Profesionales.Una pregunta que cabe hacerse es si la gratuidad, además de aliviar la situación de las familias de menores ingresos que ya enviaban sus hijos a estudios terciarios, produjo cambios sustanciales en el acceso. De ser así, esperaríamos observar un cambio en la composición socioeconómica de los estudiantes de educación superior.
Nuestra primera aproximación al problema surge de observar la matrícula de primer año en Instituciones de Educación Superior (IES), desde el año 2012 en adelante (ver Figura 3). Puede observarse que la matrícula total de primer año se mantuvo aproximadamente cerca de los 340 mil estudiantes y no se modificó con el advenimiento de la gratuidad. Específicamente en el 2019, 116 mil estudiantes estaban bajo gratuidad, de los que prácticamente la mitad (49%), estudiaba en una universidad contra 43% de los estudiantes que no percibían el beneficio.
Con estos antecedentes, se podría pensar que, a pesar de no haber aumentado el acceso a través de la matrícula total, la gratuidad puede haber afectado su composición enviando proporcionalmente más estudiantes de bajo ingresos a la universidad que a carreras profesionales. Para saber si esto es cierto, unimos los datos de matrícula terciaria con los datos de enseñanza media, y clasificamos a los graduados de cuarto medio en prioritarios o no prioritarios según su colegio de origen (si este tenía más de la mitad de sus estudiantes bajo Subvención Escolar Preferencial). De esta forma, se puede observar en la Figura 4, qué fracción de los alumnos de colegios prioritarios y no prioritarios se encontraba en educación superior al año siguiente de terminar el secundario. Nótese primero, que si bien hay una participación creciente de los estudiantes de colegios prioritarios en la educación terciaria (pasa del 40% en 2012 al 50% en 2019), esa evolución parece ser gradual y no haberse visto afectada por la gratuidad de 2016. Observe que, por ejemplo, en 2019 solamente un 25% de los alumnos de colegios prioritarios estaba en la universidad, comparado con 22% de 2015 (previo a la gratuidad). Ello no parece un cambio sustancial. Nótese, además, que cuando categorizamos a los estudiantes por ingreso vemos que la gran mayoría, 75% de los estudiantes no prioritarios en la educación superior está en una universidad. Si comparamos esta cifra con el 43% de estudiantes fuera de la gratuidad, ya comentado, tendemos a pensar que una parte de los estudiantes prioritarios lo hace en Institutos profesionales o CFT fuera de la gratuidad.
En síntesis, lo que los datos nos indican hasta el momento, es que la gratuidad no tuvo un efecto importante en el acceso a la educación superior, y además nos da indicios para pensar que parte de la población a la que originalmente estuvo destinada no está accediendo a ese beneficio. Es posible que esto último se produzca por el tipo de institución al que terminan accediendo estos alumnos prioritarios.