Por: Marcela Perticará, Ph.D. en Economía, University of Texas A&M, EE.UU. Directora Departamento de Economía FEN- UAH
Publicado en revista Observatorio Económico Especial Octubre, 2020
La pandemia generó un drástico deterioro del mercado laboral en general y en particular de ciertos grupos, como jóvenes y mujeres. El empleo asalariado de las mujeres es ahora un 16% más bajo que el año pasado, mientras que el empleo por cuenta propia ha caído 35%. La caída del empleo asalariado es fundamentalmente en el sector privado, en el que los niveles actuales de mujeres empleadas son 20% más bajos que hace 12 meses atrás. Naturalmente hay una mayor destrucción de empleos a plazo fijo (-30%), que de empleos a contrato indefinido (-15%), aún protegidos por la ley de protección del empleo. Estos números inclusive no alcanzan a explicar la magnitud de la crisis, por cuanto, muchas mujeres han abandonado la fuerza laboral. La tasa de participación femenina cae 10 puntos (20%), fundamentalmente cae entre mujeres jóvenes (hasta 25 años, -40%), nojefas (-43%), mujeres de bajo nivel educativo (sin educación media completa, -30%). El INE estima la tasa combinada de desempleo y participación potencial en más del 30%, casi el doble de la registrada el año anterior. Entre las jefas de hogar, la caída en la tasa de participación es bastante menor (5%, al ser el único sostén del hogar), pero la tasa de desempleo aumenta un 25%).
En términos de participación laboral y empleo femenino hemos retrocedido más de una década. Pero, el que la pandemia haya afectado de manera particular a mujeres (particularmente jóvenes y de bajo nivel educativo) pone en evidencia problemas de base: tal vez no habíamos ganado tanto como pensábamos en términos de participación laboral femenina y calidad de empleo. Si una alta fracción del empleo estaba en ocupaciones de baja productividad y/o en emprendimientos y/o microempresas informales o, aunque formales, con escaso capital de trabajo como para sortear inclusive una crisis de un mes, la verdad es que poco habíamos ganado en crecimiento. Ciertamente, y no hay que desmerecer, el sacar a la mujer del ámbito doméstico, es en sí una ganancia que puede romper el vínculo de dependencia de los modelos tradicionales machistas para generaciones futuras. Y ahí está el dramatismo del retroceso…Ya que, si tantos años costó romper los moldes culturales, está también el peligro de retroceder en este empoderamiento si la pandemia y las transformaciones que ésta ocasiona en el sector productivo reducen los espacios feminizados.
En la urgencia, se ha señalado la necesidad imperiosa de abrir de jardines infantiles y colegios (al menos las escuelas básicas). El tener los colegios y jardines cerrados no sólo restringe la posibilidad de trabajo de los padres (predominantemente de la mujer), sino que también aumenta las brechas educativas entre niños de distinto nivel socioeconómico. Puede ser altamente beneficioso para la salud mental de los niños y para el desarrollo de sus habilidades sociales. Pero la decisión de hacerlo en un mundo sin vacuna no está exenta de costos. En muchas comunidades educativas hay profesores, alumnos y apoderados de alto riesgo. Y no debería exigírsele a ninguno de ellos que se acoja a la modalidad presencial. A menos que, como sociedad, estemos dispuestos a arriesgar a esta población de alta vulnerabilidad. Entonces, debiera organizarse la nueva rutina para combinar las actividades presenciales y virtuales de manera que se pudiera enseñar/aprender de manera remota o presencial de manera indistinta.
Y aun cuando pudiera acordarse con la comunidad algún esquema de metodología de enseñanza mixta (virtual/presencial), el retorno para los que estén dispuestos a acogerse a la modalidad presencial tiene que ser gradual, posiblemente con horarios diferidos, en espacios especialmente acondicionados, con cursos divididos, con semanas o días alternados, y quién sabe con cuántas otras variantes creativas que se le ocurran a los encargados de diagramar este regreso.
Y en estas circunstancias no debería asombrarnos si este “regreso”, con clases presenciales cada tres semanas, o cada tres días y en modalidad de media jornada ante la imposibilidad de habilitar los espacios para el almuerzo, aporte poco a la vuelta al trabajo de las mujeres, sobre todo aquellas con trabajos presenciales a tiempo completo. Ni que pensar para una familia con más de un niño. Inclusive si todos los niños de la casa estuvieran en el mismo colegio, podrían tener horarios y/o días de clase distintos. Cuesta pensar que el colegio podría coordinar los horarios de todos los hermanos para generar una rutina única al grupo familiar. Padres o madres con trabajo no presencial pueden por supuesto beneficiarse de estos esquemas al liberarse del cuidado de los niños por unas horas o días a la semana. Pero, de todas maneras, estará también el riesgo que, al poco andar en estos esquemas complejos de la vuelta a clase, tengamos que suspender la asistencia de un grupo o de varios grupos ante del contagio de algún alumno, profesor o funcionario del respectivo colegio.
Sectores tradicionalmente feminizados como comercio, restaurantes y hoteles y otros relacionados con los servicios personales han sido particularmente azotados por la crisis. Son sectores con alto contacto físico, en los que los protocolos de distanciamiento, aunque permitan su apertura, van a reducir su capacidad de funcionamiento. Esto es, es impensable que en un mundo sin vacuna éstos vuelvan a niveles de actividad prepandemia. Y si lo hacen, tendrán que hacerlo con otras estructura de costos y tecnología que pueden afectar su capacidad de absorción de mano de obra para siempre. Las políticas de subsidio a la retención y/o contratación también se han visto como un salvavidas a la situación actual del mercado laboral. Y pueden contribuir a incentivar el empleo. Pero cualquier expansión será gradual y dependerá de la capacidad de reactivación de los distintos sectores.
En resumen, la apertura de jardines infantiles y colegios, y los subsidios al empleo posiblemente tengan efectos acotados en el empleo formal en la medida en que no tengamos niveles de actividad prepandemia. Ciertamente, mujeres con empleos independientes o microemprededoras están fuertemente limitadas por la ausencia de cuidado infantil. Estas últimas podrían beneficiarse fuertemente de la apertura de jardines infantiles y colegios. La ponderación de riesgos y beneficios de tal medida es compleja. La evolución de los contagios en las comunas y/o comunidades que ya comenzaron la apertura nos podrá dar pistas sobre cómo seguir.