No es país para viejos…emprendedores

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Por: Víctor Muñoz, Ph.D.(c) Management, Universidad Adolfo Ibáñez, Chile. Académico FEN- UAH

Publicado en revista Observatorio Económico Especial Octubre, 2020

Iniciar un emprendimiento en Chile siempre fue cosa de hombres jóvenes. Así lo muestran los estudios que desde el año 2002 realiza el Global Entrepreneurship Monitor (GEM) en nuestro país. Pero las cosas cambian, la sociedad evoluciona, las políticas públicas reaccionan e influyen. Hoy la brecha de género persiste, pero se ha reducido. Si en el año 2005, por cada hombre con un emprendimiento en etapa inicial había 0,58 mujeres en esa condición, en el año 2017 la proporción de mujeres subió a 0,70. Que las mujeres aumenten su actividad emprendedora es una buena noticia, hay espacio para más ideas y talento, se crea más valor y oportunidades de empleo.

Sin embargo, el emprendimiento sigue siendo cosa de jóvenes. Esta situación no es exclusiva de Chile, sino que es un fenómeno global. Los estudios sobre emprendimiento generalmente muestran que la actividad emprendedora tiende a declinar después de alcanzar su máximo entre los 40 y 50 años, aproximadamente. Nuestros programas de emprendimiento recogen esta realidad y parecen estar diseñados y comunicados pensando en los jóvenes.

Si el emprendimiento es necesariamente cosa de jóvenes tenemos problemas. Nuestra población envejece rápidamente, por lo que en las próximas décadas tendremos menos jóvenes disponibles para el emprendimiento y, aun cuando las políticas de fomento al emprendimiento aumenten su efectividad, difícilmente podremos evitar el declive relativo en el emprendimiento. Si solo los jóvenes tienen las condiciones para iniciar emprendimientos, habremos perdido la oportunidad de aprovechar la experiencia, conocimientos y talento de miles de personas que son las más educadas de la historia de Chile, pero que no emprendieron en los inicios de su vida activa.

Creo que no podemos darnos el lujo de perder todo ese talento y tampoco creo que el emprendimiento tenga que ser solo cosa de jóvenes. Creo que, así como hoy nos parece obvio que no existen, ni deben existir, diferencias entre hombres y mujeres en el emprendimiento, debemos reflexionar y actuar sobre el sesgo que afecta al emprendimiento de los mayores.

La cuestión no es precarizar la vejez aumentando un autoempleo forzado para los excluidos del mercado laboral, sino mantener abiertas las opciones de realización personal. Por ejemplo, hay antecedentes que muestran que la actividad emprendedora no depende sólo de la edad cronológica, sino que la edad percibida, influye en la habilidad y capacidad que las personas consideran que tienen para iniciar un negocio.  Aquellos adultos que se sienten más jóvenes de lo que son, tienen mayor probabilidad de emprender. ¿Qué esperamos obtener si, por ejemplo, a personas de algo más de 50 años que están en plenitud de sus capacidades, les enviamos el mensaje de que están viejos y de que ya pasó su hora para emprender?

Los países desarrollados llevan mucho tiempo implementando políticas públicas para fomentar el emprendimiento senior, podemos aprender de sus experiencias y adaptarlas a nuestro contexto. Hay algunos indicios de que los actores del ecosistema están empezando a reconocer estos desafíos. Llegó el momento de actuar. Si queremos una sociedad con más oportunidades y más justicia, este tiene que ser un país en que el emprendimiento sea una opción para todos y todas.

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