Por: Mauricio Castillo-Vergara, Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, Universidad Politécnica de Cartagena, España. Académico FEN- UAH
Publicado en revista Observatorio Económico Especial Octubre, 2020
Desde algún tiempo la figura del emprendedor había sido romantizada en nuestro país, ese joven creativo que no tiene más recursos que una idea brillante y su esfuerzo, pero que quiere cambiar el mundo. El estallido social y la pandemia solo podrían ser factores que lo harían ampliar su horizonte de ideas, y ante la adversidad ser más creativo. Sin embargo, algunos sostienen que estas circunstancias y adversidades, vinieron a desnudar una realidad en torno al emprendimiento. Esa en la que muchos negocios se habían construido sin aportar valor agregado ni tecnología, lo que poco a poco desencadenó en el cierre de muchos.
Muchos emprendimientos que siguieron operando de forma tradicional, replicando soluciones sin valor agregado, les ha resultado muy difícil sobrevivir. Pero esta situación, permite visibilizar cómo los emprendimientos que cuentan con modelos de negocios innovadores, inclusión de ciencia y tecnología y centrado en los usuarios, han corrido una suerte distinta.
Ese debe ser el camino en el que debiéramos transitar en el futuro. Un ecosistema que busque fortalecer el desarrollo de emprendimientos dinámicos. En el contexto de América Latina, el concepto de emprendimiento dinámico dice relación con empresas jóvenes cuyo crecimiento les permitirá en pocos años pasar de ser microempresas para convertirse en Pymes. Iniciativas innovadoras con capacidades para crecer de manera rápida y sostenible en el tiempo, es decir, escalables.
Hay diversos antecedentes que muestran cómo el ecosistema para el emprendimiento en Chile se ha fortalecido. Las acciones impulsadas por CORFO para facilitar la puesta en marcha y desarrollo de nuevas empresas, cuenta con el apoyo de diversos actores públicos y privados. Lo que ha posicionado a nuestro país, con aquel con las condiciones más favorables para el emprendimiento en todo América Latina. Pero sin duda, hay cuestiones en las que debemos seguir trabajando. Necesitamos robustecer la creación de emprendimientos dinámicos, pero también debemos entregar dignidad para que esos microemprendimientos que sostienen a muchas familias en Chile sean también capaces en algún momento de soñar, al menos con tener la posibilidad de incorporar innovación, ciencia y tecnología en sus emprendimientos.
En primer lugar, se hace necesario el impulso de una educación emprendedora en las distintas etapas educativas. Diversos estudios muestran que la educación emprendedora es un antecedente de la intención emprendedora, y responde a actitudes y normas. Con lo cual, deberíamos pensar en implementar educación emprendedora en el currículo académico de todo tipo de escuelas y centros de educación. Pero, con foco en innovación y sustentabilidad. Así podemos asegurar un futuro con personas con destrezas, capacidades, conocimientos y valores para dirigir emprendimientos innovadores con impactos sostenibles y enmarcados en aspectos éticos.
La ciencia y tecnología juegan un papel central en estos desafíos. Todavía un número importante de emprendimientos presentan bajo nivel de actividades de innovación, por falta de capital humano, bajo acceso a ciencia y tecnología y aversión al riesgo para la innovación. Entonces, el estado debe jugar un papel clave en esto. Y lo puede hacer desde diversas aristas: lo primero es fortalecer los programas que impulsen el desarrollo de innovaciones o capacidades de innovación, para reducir el riesgo del proceso. Lo segundo, aumentar los recursos para el desarrollo de ciencia y tecnología, no podemos permitirnos una fuga de talentos emprendedores por no tener las capacidades para desarrollarlos desde el país. Junto con este desarrollo, un banco de datos o plataformas con las diferentes iniciativas apoyadas por el estado debiera convertirse en un producto disponible para todos los emprendedores, la literatura muestra como los sistemas de soporte para la creatividad e innovación, juegan un papel clave en impactar en la generación de ideas. Por último, establecer una política que defina el marco de acción para el desarrollo de spin-off académicos, en particular en las instituciones del estado. Los académicos se movilizan en torno a incentivos de publicaciones, pero quizá tienen las capacidades y habilidades para crear emprendimientos innovadores, pero están limitados por la falta de una política que impulse el desarrollo de ese tipo de iniciativas.
Las empresas también tienen un rol que jugar en este proceso, no solo sirviendo de guía y ejemplo para futuros emprendimientos, sino que debieran ser protagonistas en los procesos de inversión en ciencia y tecnología. El capital de riesgo en Chile tiene una baja participación desde el sector privado, el déficit de esta inversión está siendo asumido por el sector público, pero es imperante la participación desde las empresas. Quizá resulte interesante indagar en el futuro, si una parte de nuestros recursos administrados por los fondos de pensiones, se dispongan para impulsar emprendimientos dinámicos que podrían convertirse también en empresas de millones de dólares.
Los desafíos son diversos y complejos, pero Chile cuenta con un ecosistema emprendedor con bases sólidas, compuesto por una serie de organizaciones púbico-privados, que han dado muestra de que se pueden obtener resultados. Este año, pudimos apreciar como los emprendimientos Cornershop generaba una alianza con la internacional Uber y NotCo recibía millones de dólares de inversionistas de capital de riesgo, lo que nos muestra que este debe seguir siendo el camino.
Uno en el que se orienten actividades en torno a la ciencia, la tecnología, la creatividad, la innovación y la sustentabilidad, que permita estimular el desarrollo de muchos más emprendimientos dinámicos.