Por: Carlos García
La aprobación del proyecto del retiro del 10% ha provocado un efecto inesperado: la gente, en vez de la autoridad económica, está haciendo política macroeconómica por sí misma. Ante la falta de soluciones razonables por parte del Gobierno y el Banco Central, las personas determinaron –a través del Congreso– usar sus fondos para resolver su crisis frente a la pandemia.
Además, no solo están haciendo política macroeconómica –llamada keynesiana, en honor a John Maynard Keynes, quien fue el primero en proponer este tipo de política para enfrentar las crisis económicas– sino también están haciendo lo que muchos economistas liberales argumentan se les debe dejar hacer: ser libres para decidir en desmedro de una intervención estatal permisiva.
Me explico, según Eugene Fama –un economista súper liberal de la Universidad de Chicago–, los mercados financieros son eficientes. Esto significa que si las personas son ultrarracionales pueden invertir y/o ahorrar de la mejor manera, de tal forma que pueden suavizar su consumo a través del ciclo económico. Es decir, en los buenos momentos ahorran e invierten en los mercados de capitales y en los malos momentos usan esos recursos para mantener su nivel de vida.
Según los técnicos criollos, la teoría keynesiana y neoclásica está mal, a pesar de todos los premios Nobel que han ganado los proponentes de ambos enfoques. Por un lado, no hay que tocar los ahorros para las pensiones, porque las personas son incapaces de decidir bien su futuro. Por otro lado, tampoco hay que seguir estimulando más economía porque hay que cuidar las finanzas públicas. Por último, son medidas regresivas.
Estos mismos técnicos olvidan que las medidas técnicas fueron precisamente las que llevaron a esta conducta a las personas. Las cuarentenas parciales fracasadas que nos han costado miles de muertos, enfermos y una crisis económica sin precedentes, una política fiscal a tirones que dejó a buena parte de la población fuera de los beneficios, y una política monetaria que, en comparación con sus pares internacionales –La Reserva Federal de los Estados Unidos y el Banco Central Europeo–, parece del siglo pasado. Sin duda que, sin estas medidas erradas, no habría sido necesario retirar ningún 10%, en desmedro de las personas.
Espero que la cuarentena total no se levante hasta derrotar al virus, que no cometamos los errores de los Estados Unidos, Brasil y México, manejados por presidentes y técnicos incompetentes. El horizonte son dos meses, en especial agosto. La evidencia internacional muestra que es posible ganarle al virus en este horizonte de tiempo. Espero, también, que en esta ocasión los técnicos no se equivoquen una vez más, por el bien de nuestro país. La “autopolítica» macroeconómica y las decisiones de las personas ya están desatadas, ahora aguantemos un poco más para salir de esta crisis.
Finalmente, para después de la crisis quedan muchos desafíos que enfrentar: el sobreendeudamiento de las familias y empresas, el aumento de impuestos a la riqueza para financiar políticas sociales adecuadas –incluidas las reformas al sistema de pensiones– y evitar simultáneamente la evasión, promover el empleo en tiempos de robotización, una política monetaria adecuada en presencia de mercados financieros cada vez más complejos, aumento de la competitividad y reformas de los gobiernos corporativos, etc. Esta vez necesitamos soluciones imaginativas –que tomen en cuenta a todos los ciudadanos y no solo a los llamados técnicos– y no aferrarse al inmovilismo ni a paradigmas que ni siquiera tienen asideros teóricos sólidos.