Una participación femenina de solo un 42,9% fue la registrada por el INE en el trimestre marzo-mayo de 2020, reflejando el enorme impacto que está teniendo la pandemia y crisis económica en la situación laboral de las mujeres en el país.
El informe, que corresponde a la primera fotografía a los efectos del Coronavirus en el empleo chileno, muestra que el porcentaje de mujeres que participa en el mercado laboral se redujo a niveles inferiores a los registrados en el mismo trimestre de 2010, cuando se llegaba a una participación de un 46,1%.
Para la economista Marcela Perticará, directora del Departamento de Economía de la Universidad Alberto Hurtado, estas primeras cifras son alarmantes y es esperable que en los próximos meses los datos muestren un panorama incluso más desalentador. Sin embargo, considera que este impacto debiese ser transitorio.
“Lo que se ha dado es el fenómeno de desaliento, es decir, el trabajador que pierde su fuente de ingresos y que no sale o es incapaz de salir a buscar un nuevo empleo por lo que se queda inactivo. Pero creo que es el contexto actual de confinamiento lo que está generando esta caída tan brusca en la participación laboral. No es algo estructural que se debiera mantener cuando volvamos a una situación de normalidad o cuasi normalidad”, explica Marcela Perticará.
Efectos de mediano y largo plazo
A juicio de la economista, un factor a considerar en el escenario actual tiene que ver con la mayor carga de cuidados que hoy enfrentan las mujeres. “Mientras los niños no puedan estar al 100% en el colegio, estas mujeres tampoco van a ponerse a trabajar, porque no tienen opciones para su cuidado”. Por esta razón, cree que es probable que la baja participación femenina se extienda, al menos durante el segundo semestre de 2020.
Junto a ello prevé posibles efectos de largo alcance en el mundo del trabajo relacionados con las adquisición de tecnologías por parte de las empresas para reemplazar capital humano durante el confinamiento. “Estas compañías posiblemente no volverán a los estándares anteriores de producción”, afirma Perticará.
Un artículo de New York Times recientemente daba cuenta que la pandemia podría tener impactos de largo plazo en las trayectorias laborales de las mujeres, especialmente en el caso de nuevas profesionales, quienes debido a la crisis, podrían tener más dificultades para acceder a un primer empleo, reduciendo su potencial de ingresos y oportunidades de trabajo en el futuro.
Se trata de un fenómeno que recién comienza a estudiarse y que a juicio de Marcela Perticará, también podría pasar en Chile. “Nosotros habíamos roto ciertos moldes, al menos para los de alta calificación, en el sentido de cómo ha aumentado de manera sistemática la incorporación de las mujeres al sistema educación superior. Sin embargo, un mercado laboral tan lento podría desalentar a las mujeres a estudiar considerando los altos costos de las carreras de educación superior en Chile en relación a los retornos de los egresados”.
La realidad de las mujeres emprendedoras
De acuerdo a cifras del INE, antes de la llegada de la pandemia, el 31% de las mujeres ocupadas se desempeñaba en trabajos por cuenta propia (trimestre diciembre-febrero 2020). De acuerdo a Paulina Santander, académica de la Universidad Federico Santa María y coautora del Global Entrepreneurship Monitor, GEM Mujer – Región Valparaíso, la mayor parte del emprendimiento femenino se da en condiciones de precaridad y mucho sacrificio, algo que a su juicio ha quedado en evidencia con la pandemia.
“Solo 1 de cada 10 mujeres que tiene una microempresa, tiene un ingreso por sobre los $576.000 pesos. La mayoría está por debajo de la línea de la pobreza o en una situación bastante precaria”, detalla. Una realidad que deja a estas trabajadoras en un escenario de mayor vulnerabilidad frente al impacto de la crisis en sus negocios.
Paulina Santander marca una diferencia entre las mujeres que emprenden por oportunidad, en relación a quienes lo hacen por necesidad o sobrevivencia. En este último caso el emprendimiento aparece como una manera de compensar la falta de posibilidad de conciliar el mundo laboral formal con las tareas del hogar.
“El mundo del trabajo dependiente es un escenario pensado y creado por hombres para los hombres. Las jornadas laborales muchas veces no son compatibles con la labor de cuidado, y a su vez, los hombres participan poco de las labores domésticas”, afirma la académica. Lo que lleva a muchas mujeres a optar por emprendimientos que puedan desarrollarse desde sus casas.
Desde su perspectiva, el desafío principal en Chile es abordar el emprendimiento desde la política pública, no desde una perspectiva meramente económica, sino que atendiendo al contexto de las emprendedoras. “El problema es que cuando se incentiva a las mujeres a emprender pareciera que la actividad emprendedora es principalmente un dispositivo que ayuda a bajar las cifras de desempleo sin cuidar la calidad de dichos empleos ni las condiciones humanas de las mujeres. Lo importante es que estos números se materialicen en calidad de vida, porque detrás de esta actividad económica hay mujeres, hay familias y hay personas”, concluye.