Por Carlos J. García, académico FEN – UAH.
El aumento del 3,5% del gasto fiscal en términos reales propuesto para el 2024 es moderado: en términos del PIB, el gasto crecería en 0,7% (llegando a ser 25,9%), reduciendo el déficit fiscal de 2,3 puntos en 2023 del PIB a 1,9 en 2024. Además, en términos distributivos, será focalizado en áreas de interés para el gobierno: salud, educación, vivienda, seguridad, emergencias, cuidados y cultura.
La principal virtud del presupuesto 2024 es que contribuirá en casi un punto al crecimiento del próximo año. Esto no es menor, si consideramos que ya estamos viviendo una recesión y que el próximo año creceremos en un modesto 2,5%. En este sentido, el gobierno ha sido bastante más sensato que el Banco Central, que después de mantener por largos nueves meses la tasa de interés de política de interés en 11,25%, se está viendo obligado a reducirla de manera abrupta y a los niveles observados en otros países. Distinto hubiera sido si la estabilización de la inflación hubiera sido como en los Estados Unidos: un aterrizaje suave. En cambio, nuestro Banco Central prefirió la estabilización forzosa, sacrificando empleo y crecimiento por menos inflación. Por ende, el gasto en los sietes ejes antes mencionados se perderá -en parte- porque los hogares y las empresas enfrentarán al mismo tiempo una tasa de desempleo más alta y mercados francamente deprimidos, respectivamente.
Desde un punto de vista de crecimiento de largo plazo, sin embargo, el presupuesto será solo modesto. Básicamente está dedicado a resolver temas sociales puntuales, pero no significa un cambio sustancial: el Chile de 2024 será, probablemente, un poco mejor que el Chile de 2023. Nada comparable a la experiencia actual de los países desarrollados y su marea de subsidios al sector tecnológico que están produciendo polos increíbles de desarrollo, nuevas invenciones y una demanda sideral de capital humano especializado.
Por el contrario, sin una inversión pública sustancial y visionaria y un pacto fiscal más audaz, seguiremos, con suerte, creciendo un 2% más o menos. Subrayo “con suerte” porque el crecimiento potencial de nuestra economía es cada vez menor desde comienzo de este siglo. Así, los ingresos tributarios seguirán siendo limitados, alcanzando solo para hacer ajustes parciales, todos insuficientes para conseguir el desarrollo económico.
En resumen, el presupuesto 2024 es un ladrillo más en nuestra tradición de mantener los equilibrios macroeconómicos, y sin duda tiene un valor en términos de credibilidad externa y estabilidad interna. Su lado B es que nuevamente no realizamos el salto necesario en crecimiento que sí han dado otros países como Corea del Sur, Irlanda o República Checa, en condiciones peores o iguales que Chile en su momento.
Parafraseando a Robert Lucas, premio Nobel de Economía, para nuestra realidad: las consecuencias para el bienestar de Chile de pegar este salto en crecimiento son tan determinantes, que una vez que uno empieza a pensar en éstas, es difícil pensar en otra cosa, en especial porque otros países sí pudieron hacer este cambio y nosotros aún no.