Jorge Moreno se tituló de la carrera de Gestión de Información, Bibliotecología y Archivística (GIBA) de la FEN y obtuvo el Premio Universidad Alberto Hurtado 2023; un reconocimiento especial que entrega la UAH a aquellos estudiantes destacados, que durante su vida universitaria y de manera integral, han encarnado de mejor manera los valores que esta universidad promueve.
Para Jorge, el Premio UAH 2023 es importante porque admira la vida y obra del padre Alberto Hurtado por su compromiso con las más pobres, aunque también recibió este reconocimiento con sencillez y cierto pudor, porque: “Esto que me destaquen me avergüenza un poco”.
Titulado de la carrera de Gestión de la Información, Bibliotecología y Archivística (GIBA), Jorge fue reconocido por mantener: “Las buenas relaciones con sus compañeros y compañeras de estudio y trabajo, porque junto a su trayectoria formativa en la carrera, se desarrolló laboralmente como administrativo del área de Recursos y Metadatos de la Biblioteca de la Universidad, desarrollándose en ambos planos satisfactoriamente”.
Otros atributos de Jorge que destacaron en la ceremonia en la cual se entregaron estos reconocimientos por parte de UAH fue: “Su espíritu colaborativo y de trabajo en equipo son las cualidades que lo distinguen; siempre está proponiendo mejoras y resolviendo problemas que nacen de lo cotidiano en el ambiente laboral. Generoso con sus conocimientos y con un marcado compromiso social. Ha colaborado permanente con organizaciones cristianas, procurando mejorar las condiciones de vida de los niños y familias en contextos más desfavorecidos, demostrando valores como la solidaridad, la empatía y la justicia social en su quehacer individual”.
La resiliencia es otro atributo que bien se le puede atribuir al conocer su experiencia de vida. Está orgulloso de sus padres – es el menor de tres hijos – quienes participaron en una “toma de terrenos” en la población La Victoria en la época de la dictadura militar: “Al final te tira igual la necesidad, porque ellos estaban de allegado, ya tenían dos cabros chicos, les había recién nacido otro, algo tenían que hacer. Y la opción era eso: hacer que la gente se organizara e ir a la Toma”. Luego obtuvieron su casa en Colina, y aun siendo un bebé se enfermó gravemente debido a una intoxicación alimentaria.
Desde la perspectiva que da el tiempo, hace una positiva evaluación: “De chico y de adolescente, era de seguir al grupito: si los cabros jugaban a la pelota, yo jugaba a la pelota; si fumaban, yo fumaba. Estuve muy desenfocado. Hasta que empecé a cachar que no, que hay que tratar de agarrar algo y hacerlo bien nomás. No sé si hay esfuerzo, porque al final, uno hace las cosas porque le nace y tiene las ganas nomás”. Vivió luego un proceso de aislamiento: “No quería tener relación con nadie”, se encerró en sus libros (leer es una de sus grandes pasiones). Uno de los que marcó su vida fue “El reino de este mundo”, de Alejo Carpentier, porque se identificaba con el personaje principal.
A los 17 años se marchó de su casa; vivió algunos días en la calle. En San Felipe estuvo en el Hogar de Cristo, luego llegó a Valparaíso y conoció unas personas que lo invitaron a participar en una ONG cristiana que ayuda a jóvenes vulnerables. Trabajó allí un tiempo y después, la propia ONG lo envió a la sede que estaba en Perú, donde siguió haciendo las mismas tareas de ayuda a jóvenes. A los 20 años regresó a su casa, terminó su Enseñanza Media en modalidad vespertina. Dio la PSU, obtuvo más de 780 puntos. Ingresó a la Universidad de Chile a estudiar Derecho, pero al cuarto año lo dejó. Decidió trabajar, lo hizo en una empresa de manipulación de alimentos. Cuando se hizo efectiva la “Gratuidad” en la Educación Superior, Jorge dio nuevamente la prueba de acceso a la universidad. Ingresó a la UAH, a la carrera GIBA: “Cuando apareció la Gratuidad, dije: ya, voy a probar´. Di la prueba solo porque sí. Y como tenía buenas notas de Cuarto Medio y también saqué un buen puntaje, dije: ahora voy a elegir lo que a mí de verdad me gusta, lo que me interesa, algo en lo que yo me sienta bien haciéndolo, algo que de verdad me satisfaga como persona”.
De estos temas conversamos con Jorge en esta entrevista:
A los 17 años te fuiste de tu casa ¿qué te impulso hacerlo?
Por el sueño de irme a vivir la vida. Estuve en un Hogar de Cristo en San Felipe, porque no tenía dónde quedarme. Era cabro chico, no sabía lo que estaba haciendo. Después llegué a Valparaíso y ahí me rescataron de la calle. Estuve durmiendo al frente de la Iglesia de La Matriz como dos, tres días. Y ahí, había unos chicos que eran de una ONG cristiana, que ayudaban a la gente. Ahí estuve un año; salíamos a trabajar, porque había que generar dinero para mantener el centro; a la gente que estuviera en la calle, se les daba desayuno, almuerzo, Esta organización era internacional y en Perú estaba la sede central de Latinoamérica. Y había una cosa que hacían, le llamaban un discipulado. Y un día me dicen que en Perú necesitaban más gente para trabajar. Así que me fui a Perú, estuve un año allá; trabajé en una imprenta, salía a pedir plata a la calle, lo que hubiera que hacer. Volví a Chile cuando casi estaba cumpliendo los 20 años.
Volví y me dije: ya, tengo que estudiar, tengo que hacer Cuarto Medio; lo terminé en la nocturna. Trabajaba en el día y en la noche estudiaba. Di la PSU, saqué como 780 en Castellano. En el NEM, era como de 850 puntos, podía postular a lo que quisiera. Y ese fue mi error. Postulé sin ninguna vocación, lo que me dijo el sistema. Y entré a estudiar Derecho en la Universidad de Chile, estuve cuatro años estudiando y no pude terminar la carrera. No me iba excelente, no era una lumbrera, pero sí aprobaba. Igual me mantuve cuatro años, pero la carrera no era para mí. Sí tengo los conocimientos, porque hay cosas que son como principios generales, principios básicos que se conservan.
De ahí, me puse a trabajar porque dije: el estudio no es para mí. Empecé a vender cosas en la calle. Después trabajé mucho tiempo en casinos de alimentación, empecé lavando platos, después en la cocina y luego en la bodega.
Y después apareció la Gratuidad y dije: ´ya, voy a probar. Di la prueba solo porque sí. Y como tenía buenas notas de Cuarto Medio y también saqué un buen puntaje, dije: ´ahora voy a elegir lo que a mí de verdad me gusta, lo que me interesa, algo en lo que yo me sienta bien haciéndolo, algo que de verdad me satisfaga como persona´.
El libro “El Reino de este mundo” dices que te marcó
Sí. Es la historia de un revolucionario de Haití, un personaje que sufría, que no participaba, no se comprometía con nada. Y al final del libro este tipo como que se daba cuenta que no podía estar aislado. Eso para mí, fue decirme que no podía pasar mi vida encerrado en esta pieza, que tenía que hacer algo.
Y también este premio de la Alberto Hurtado es importante para mí porque cuando estaba la investigación para beatificarlo, vi en la televisión muchos reportajes y documentales sobre la historia de vida del padre Alberto Hurtado, que era una persona comprometida con los pobres. Y eso como que me marcó a mí.
¿Y por qué elegiste GIBA?
Revisé bien las mallas, y llegué a esto de los libros, de las bibliotecas, los archivos. Yo soy fan de los libros, donde voy cachureo libros. Esta descripción de conservar la información, los libros, ayudar a la gente a acceder al libro, me encantó.
Y entre todas las universidades, ¿por qué la UAH?
Cuando entré me enamoré del lugar, o sea, los edificios, la biblioteca, bacán, espectacular. La Biblioteca es de las mejores, y eso lo supe cuando vine para acá. Entonces dije, ya, en la Alberto Hurtado voy a estudiar. Y ahí empecé a trabajar con boletas de honorario en los mismos casinos, haciendo turnos de noche o fines de semana (…). Se terminaba la clase, ¡pum!, me iba a trabajar a al turno de noche.
Trabajaste también en la Biblioteca San Ignacio de los jesuitas
Sí, estábamos volviendo de la pandemia y me ofrecieron trabajar en un proyecto en la Biblioteca San Ignacio con libros antiguos. Hacía procesamiento de material bibliográfico. Ingresábamos libros en el sistema. Son libros antiguos que estaban perdidos en la bodega de la biblioteca. Y la idea era ponerlos en el catálogo, fue partir de cero. Nosotros ordenábamos, organizábamos todo. Y todavía estoy en ese proyecto, pero ahora ya contratado por medio día.
Y después cuando terminé las clases en diciembre me llamaron de la Biblioteca de la UAH y me ofrecieron el otro mediodía acá en Circulación como estaba antes. Ya había terminado los ramos, estaba preparando la defensa de la tesis. Ahora trabajo en las dos bibliotecas como catalogador de libros.
¿Cómo definirías tu vida? ¿de esfuerzo?
Primero, de deambular mucho, o sea, de estar perdido, como que perseguía fantasmas. De chico, de adolescente, era de seguir al grupito. Si los cabros jugaban a la pelota, yo jugaba a la pelota, si fumaban, yo fumaba, o sea yo diría que estuve muy desenfocado. Sentía mucha soledad, porque me aislaba de mis viejos. Hasta que ya empecé a cachar que no, porque hay que tratar de agarrar algo y hacerlo bien nomás. No sé si hay esfuerzo. Al final, uno hace las cosas porque le nace y tiene las ganas nomás. Si estuve estudiando y trabajando fue porque quería y tenía las ganas y tenía la salud, la fuerza para hacerlo. Si hay esfuerzo en eso, bacán. Quizá otra gente lo vea como que he sido esforzado.
El premio que recibiste destaca a las y los alumnos que han encarnado de mejor manera los valores que esta universidad promueve
Siempre he admirado a la gente que dedica su vida a algo, pero no es de que voy a trabajar obligado, que hago esto porque tengo que hacerlo, sino que la persona que toma este compromiso y trata de cumplirlo y se entrega con todas sus fuerzas, que sea un músico, un artista, lo que sea, siempre he admirado a esas personas. Entonces, el padre Alberto Hurtado era el compromiso total y él con la posibilidad de no hacerlo, porque quizás tenía su vida solucionada. Él podría haber estudiado tranquilamente, dedicarse a satisfacer sus cosas, pero su compromiso es algo súper destacable.
Y no como compromiso con su clase, que podría ser la clase alta, sino que con los que lo necesitan de verdad, con el compromiso que de verdad vale. Y es como la enseñanza de él. Fui cristiano y para mí también Jesús es una figura importante. Yo creo en Dios, pero no profeso ninguna religión.
También has sido reconocido por tu generosidad
Hubo un momento en que no me importaba nadie, que quería estar solo. Pero con el tiempo me di cuenta que sí me importa el otro. Hay una satisfacción, quizá una cuestión egoísta, digamos, que sí me satisface ayudar al otro. Hay como una alegría, como un fuego que uno tiene, como una autosatisfacción, y, quizá, moralmente va a venir Immanuel Kant y me va a decir: ´no pues, la acción moral buena es la que no se hace por la recompensa”.
¿Y tus proyecciones? ¿Tus desafíos?
Ya estoy matriculado en el INACAP de Puente Alto, en marzo comienzo la carrera de Técnico en Programación. Lo hago porque me sirve para el trabajo, pero también por un interés personal. Si uno se actualiza, algo se puede hacer. Y después estoy pensando hacer un magister aquí en la Alberto Hurtado, quizá en Administración de Personal o algo relativo a mi trabajo que sería como Gestión Documental.
El desafío es educarse bien. Quizás también estudie restauración de libros. Igual tengo este sueño de volver a salir del país, irme a trabajar con mi título. Nueva Zelanda me parece un país espectacular, pero buscan gente más joven. El idioma uno lo puede aprender, ahí hay un esfuerzo para aprender el idioma, algo que haría.