Por: Carlos García

La Ley Orgánica Constitucional del Banco Central de Chile señala en su artículo 27 que: “El Banco podrá otorgar financiamiento o refinanciamiento sólo a las empresas bancarias y sociedades financieras. De manera alguna podrá otorgar a ellas su garantía, ni adquirir documentos emitidos por el Estado, sus organismos o empresas. Ningún gasto público o préstamo podrá financiarse con créditos directos o indirectos del Banco.

Con todo, en caso de guerra exterior o de peligro de ella, que calificará el Consejo de Seguridad Nacional mediante oficio secreto, el Banco podrá obtener, otorgar o financiar crédito al Estado y entidades públicas o privadas.”

Este artículo -según muchos economistas- es el corazón de la autonomía del Banco Central de Chile. Sin embargo, y como se ha discutido en la prensa por expresidentes del propio banco, esta ley deja a nuestro banco sin uno de los principales instrumentos de la política monetaria que sí están usando bancos centrales tan autónomos como el nuestro: la Reserva Federal de los Estados Unidos, el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo.

Esta herramienta es la posibilidad de comprar deuda privada y pública para así poder inyectar liquidez directa a los mercados a través de los bancos. Esta política se conoce como “facilidad cuantitativa” o QE según su sigla en inglés. Dentro de los arquitectos del QE, se encuentran presidentes de bancos centrales – todos economistas- tan reputados como Ben Bernanke – que ideó el QE para enfrentar la crisis financiera internacional del 2008- Janet Yellen y Christine Lagarde – ex directora del FMI – ahora en Europa.

Sin embargo, no todo está perdido, una segunda lectura del artículo 27, nos indica una solución para nuestra debilitada política monetaria: declarar oficialmente la guerra al COVID 19. No es una guerra militar, pero sí es una confrontación externa, contra un agente foráneo que nos mata sin aviso y motivo. Es verdad, no es una guerra tradicional del tipo de los viejos conflictos del siglo XX u otros, que se peleaban con pistolas, sables, uniformes coloridos, flechas, catapultas, etc. Esta es una guerra moderna del siglo XXI contra un organismo externo e invisible, que aniquila sin piedad a nuestros recursos humanos y económicos.

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