En tiempos de excepcionalidad se levantan duras críticas en contra del capitalismo. El premio Nobel de Economía del 2001, Joseph Stiglitz, asegura que un modelo económico que no proporciona bienestar a los ciudadanos es un fracaso. Paul Krugman, también ganador del Nobel el 2008, sostiene que las naciones avanzan hacia un orden más débil y caótico, mientras que el economista indio, Amartya Sen instala el debate mundial por una sociedad más equitativa. La pregunta entonces es: Y en Chile ¿Cuánto tiempo más le queda al modelo?
Para el Doctor en economía de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA) y profesor de la FEN UAH, Carlos J. García, es momento de reformar el modelo: “el malestar social expresado a partir de octubre pasado y la crisis severa ocasionada por políticas fallidas y estructuras de mercado que dejan desvalidas a las personas, exigen avanzar a través de un acuerdo que defina qué tipo de sociedad queremos ser y qué debemos hacer para financiarla”, dice.
A partir de la pandemia: ¿Qué contradicciones demostró el capitalismo?-
Hace tiempo que se viene materializando un disgusto con respecto al modelo económico que tenemos, porque se han agudizado ciertos fenómenos como la desigualdad de ingresos, la falta de un buen sistema de salud y de un sistema de pensiones razonable. Ese desencanto está presente en muchos países, no sólo en Chile. Creo que después de lo que sucedió a partir de octubre pasado, más lo que está ocurriendo con la crisis de la pandemia, se ha abierto en serio la discusión de cómo reformar el sistema. La clave a mi parecer es el diálogo, que permita establecer un acuerdo para avanzar en las demandas sociales en forma creíble y sistemática. Con esto se reduce la incertidumbre que inhiben la inversión y el crecimiento. De lo contrario, los riesgos son muy grandes, la clase política lo sabe, los resultados en el sistema económico con inestabilidad e incertidumbre son desastrosos.
Algunos han dicho que llegó el turno de un modelo solidario que ponga al ser humano en el centro. ¿Usted qué cree?-
Soñamos con una sociedad más justa, pero si no gestionamos los incentivos correctos no se podrá avanzar para concretar este sueño. Creo que se necesita un acuerdo entre nosotros de qué tipo de sociedad queremos y luego enfrentar la parte difícil con alturas de miras: pensar cómo la financiamos. Tenemos que ver cuáles son las demandas más importantes y urgentes de atender, porque algunas no van a poder ser satisfechas, también tenemos que ver qué sacrificios hay que hacer para conseguir esas reformas, esa es la forma que tenemos para avanzar. Debemos ser inteligentes, una vez que definamos cuáles son esas reformas, el capital humano que ya tenemos debe diseñar las políticas públicas claves.
“Vivir en una sociedad civilizada tiene un precio”
¿Cuáles serían los temas claves?-
Se debe invertir urgente en la educación superior y técnica para que los trabajadores no sean reemplazados por robots y empujar simultáneamente la productividad. Otro ejemplo, es continuar con la incorporación de las mujeres en la fuerza laboral y mantener los subsidios a los jardines infantiles y en general a la educación de las niñas y niños. No dejar de lado a nuestros enfermos y ancianos, con una salud y sistema de pensiones paupérrimo. Tampoco podemos tener dos países en uno, un puñado de comunas viviendo como el primer mundo y el resto en una profunda pobreza y abandono.
En todas estas reformas se necesitarán recursos importantes que deberán ser conseguidos con impuestos a los más ricos, a la riqueza y a las ganancias de capital. Con relación a este tema es urgente pensar en formas de evitar la evasión y elusión tributaria y que los recursos huyan a paraísos fiscales.
Debemos tener claro que vivir en una sociedad civilizada tiene un precio, y ese precio es pagar impuestos. No se puede creer que llegaremos a ser un país desarrollado gratuitamente. Europa y Estados Unidos son ejemplos, ninguno de estos países llegó a donde están sin antes haber cobrado impuestos y muy altos a sus ciudadanos.
“No éramos ni tan ricos ni tan desarrollados”
Usted habla de un acuerdo: ¿Qué valores debiera tener como base?-
Lo que ha ocurrido en las últimas décadas es un exceso de economía mal entendida, creo que podemos volver a una sociedad que empuje ciertos valores. Me refiero a que no busquemos al país que crece más, se puede pensar en un país que crezca, pero que trate mejor a las personas: a la gente de tercera y cuarta edad, a los niños, a quienes fueron abusados, a los inmigrantes y al medioambiente, debemos entrar en una dinámica diferente. Porque la economía debe estar al servicio de las personas y no al revés. Por ejemplo, en las últimas décadas se creció, pero acentuado el endeudamiento de las familias y las PYMES.
Con la crisis de la pandemia, se ha producido una caída neta de la riqueza de las familias y estas empresas, señalando la fragilidad de un sistema basado básicamente en el endeudamiento. No éramos ni tan ricos ni tan desarrollados, bastó un remezón para dejar al descubierto las graves debilidades del sistema. El crecimiento debe ser sólido y en función de todas y todos las ciudadanas y ciudadanos de este país, y la deuda, si bien es útil, no puede ser el foco principal sino un mecanismo más para acceder a financiamiento. La deuda es un mecanismo inflexible, se debe pagar sí o sí, y en situaciones de crisis produce quiebras y desempleo.
¿Qué países podríamos mirar para elaborar un modelo distinto?-
Eso va a depender de la gente. Vamos a tener que decidir hacia dónde vamos. Hay países que han logrado resolver imprecisiones del mercado como es el caso de Australia, Nueva Zelanda y Noruega, que han alcanzado un cierto equilibrio entre lo que son las cifras económicas y los derechos de las personas. Yo creo en el sistema democrático, y mire que hay una historia negra en este tema cuando se dice que “si no hubiera habido dictadura no habríamos tenido el modelo económico que tenemos”. Eso no es verdad. Los chilenos somos suficientemente inteligentes y capaces para haber construido un modelo razonable, no necesitábamos una dictadura para crecer. Muchos de los errores son herencia de la dictadura porque a nadie se le preguntó si eran las mejores medidas, sólo se impusieron. Hoy sentimos que hay ciertas estructuras impuestas, los técnicos dicen que son buenas, pero a las personas no les gustan las cosas impuestas.
Otra de las creencias es que la dictadura disminuyó la pobreza-
Esa también es una historia malentendida. La gente que defiende y cree en la dictadura dice eso, pero Chile podría haber encontrado la forma de reducir las cifras de pobres y lo hizo durante el retorno a la democracia cuando se redujeron sustancialmente. Los periodos de mayor progreso fueron en tiempos de democracia.
“La clase media es fundamental en una democracia”
A propósito de los pobres se habla que uno de los efectos de esta crisis es el fin de la clase media. ¿Qué le parece esta apreciación?-
Espero que no, porque la clase media es fundamental en una democracia, si desaparece y el gobierno está solamente en manos de los ricos se habla de una plutocracia y si está en manos solamente de los pobres se habla de un populismo. La clase media es un pilar fundamental en un sistema democrático y una de las cosas preocupantes – y que mencioné anteriormente y que está ocurriendo durante la pandemia- es la acumulación de deudas y eso es una bomba de tiempo porque frente a cualquier otro brote pandémico este grupo no va a poder volver a pedir créditos y va a caer en la pobreza.
A diferencia de experiencias recientes de otros países, Estados Unidos, Brasil, Venezuela, etc. nosotros no necesitamos autocracias ni aventuras revolucionarias irresponsables. Por el contrario, hay que fortalecer el sistema democrático, y para mantenerlo es vital que las autoridades hagan las políticas de estabilización macroeconómica necesarias para salvaguardar la clase media y a nuestra democracia. Vital dentro de este enfoque es continuar con reformas que aseguren la competencia de los mercados que eviten la concentración, fijación de precios entre paredes, reducir el exceso de especulación financiera, y gobiernos corporativos opacos. Hay que avanzar en que las personas crean en la economía – y la innovación- y no la vean como su enemiga.
En ese sentido, Chile puede disponer de más recursos en apoyo a la clase media.
Primero debemos resolver el tema de la pandemia, creo que todos entendemos que es de suma urgencia salvar a las personas, no podemos seguir acumulando muertos por políticas fallidas. Sin duda, deberemos ocupar muchos recursos en esta emergencia, pero también es una inversión en las personas, es una señal que nos importan todas y todos.
¿Tiene alguna crítica al comportamiento del Banco Central durante esta crisis?-
Una lección sobre cómo actuar en una crisis ha sido el rol del Banco Central de Chile. Sin duda, que faltó una política monetaria más efectiva, es decir, como la implementada por bancos centrales tan avanzados como la Reserva Federal de los Estados Unidos o el Banco Central Europeo. En una próxima emergencia nuestro banco debe actuar como lo han hecho sus pares internacionales: ready to do whatever it takes, y nótese que esto no es perder la independencia de nuestro banco ni producir mucho menos una hiperinflación. Muy por el contrario, un banco activo fortalece su independencia, en cambio un banco reactivo, se mueve en función de las presiones tanto privadas como públicas.
Después de la pandemia, nos recuperaremos. Serán meses complejos, pero la actividad volverá a su crecimiento potencial, y se normalizará el comercio internacional y tendremos reducción del desempleo. En esas circunstancias, debemos retomar la discusión de las reformas y las formas de financiamiento de estas. Pasando por una nueva constitución, y dejando claro cuáles serán las nuevas reglas del juego. En esta ocasión – a diferencia de los noventa, década en que postergamos esas reformas por el crecimiento y por cuidar nuestra democracia naciente – debemos impulsar un país, que en las próximas décadas no solo volverá a crecer bien, sino que lo hará en función de todos nosotros.
“Un país que tiene buenos escritores, buenos filósofos e historiadores es un país con gente imaginativa”
El Nobel Joseph Stiglitz dijo que las máquinas son más atractivas para los empleadores porque no se infectan de coronavirus. ¿Qué opina usted?
Este fenómeno es un desafío que vamos a tener que enfrentar, por eso repito hay que invertir mucho en el sistema educativo. El mercado y los acuerdos que lleguemos van a indicar qué tipo de profesionales vamos a necesitar, pero sin duda, en un mundo con más progreso tecnológico, las ciencias, las matemáticas y los ingenieros son bienvenidos. Ahora no hay que confundirse, las humanidades son muy importantes en este proceso porque están asociadas a la imaginación del ser humano. Un país que tiene buenos escritores, buenos filósofos e historiadores es un país con gente imaginativa capaz de crear nuevas cosas.
Usted es optimista, ha dicho que vamos a salir de esta crisis y que se puede pensar objetivamente en un modelo mejor.
Mire, las pandemias son recurrentes en nuestra historia y hemos sido capaces de controlarlas y eso ha ocurrido porque somos capaces de pensar e inventar vacunas. En esta oportunidad hay que hacer los sacrificios necesarios y eso va a significar costos enormes, pero vamos a salir, vamos a repuntar, eso dará cabida a que podamos conversar temas de fondo como el país que queremos, porque vivir en un país donde no nos sentimos parte es un gran problema. Tenemos que preguntarnos qué vamos a hacer, qué cosas son importantes. Yo creo que el respeto es muy importante en nuestra sociedad, tenemos que respetar las diferencias, respetar a la naturaleza, a los niños y a las mujeres, esa es la clave del futuro y dentro de esos derechos tiene que haber un sistema económico que funcione bien, y se debe entender que no solo debe ser eficiente sino también justo.
Un modelo súper competitivo y que deja atrás a todas y todos aquellos que no calzan en su carrera dislocada, ya no funcionó. El camino de Regan, Thatcher y Pinochet, y continuado por personajes como Trump y Bolsonaro ya demostró que lleva a un camino sin salida. Tampoco son soluciones la estatización y colectivización del país, experiencias internacionales que, al dejar de lado a las personas, fracasaron también miserablemente.
¿Eso implicaría cambiar el significado de progreso?-
Hay que entender el progreso no como acumular riqueza, como señalé, necesitamos una sociedad justa donde la gente sea bien tratada. La pregunta es cómo ser un empresario exitoso en un mundo con más restricciones, porque es fácil ganar dinero si uno no respeta al otro o esconde sus ganancias en los mal llamados paraísos fiscales. Necesitamos gente que invente cosas nuevas con todas las restricciones que exige una sociedad más justa, gente inteligente capaz de crear productos sin destruir la naturaleza ni postergar a miles de personas por diferentes motivos, por eso insisto, la clave es la necesidad de obtener recursos suficientes para educar sustancialmente mejor a las nuevas generaciones.