Columna de Pablo González en Código CBA / Prestigioso economista cordobés radicado en el exterior nos cuenta cómo ve los vaivenes de la economía Argentina

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Por el Ph.D. en Economía, Pablo González*. Especial para CódigoCBA.

Como en los últimos 60 o 70 años, otra vez tenemos el real sentido de si se está o no, al borde del abismo económico. La historia repetida es una combinación entre escalada inflacionaria, escalada del dólar, miedo a perder los ahorros, miedo a la precariedad. ¿Qué ve uno desde afuera de los límites del país? ¿Qué ve uno sin las pasiones políticas existirán siempre pero que quizás en las últimas dos décadas se han exacerbado?

El mundo aprendió entre la Segunda Guerra mundial y la década del 80 la importancia de la responsabilidad y el control fiscal, combinadas con una política monetaria acorde. Y entró en lo que se conoce como la etapa de la Gran Moderación. Es por eso que NO vemos muchos países con tasas de inflación elevada.

En Argentina lamentablemente no lo aprendimos o lo que es quizás peor, sabemos pero preferimos ignorarlo. Desde hace 70 años Argentina vive el mismo problema. Gobiernos de distintos signos políticos han sido reacios a equilibrar las cuentas fiscales. Algunos han hecho el esfuerzo esporádicamente, pero cuando el apoyo electoral puede bajar, deshacen lo avanzado.

El problema no es el tamaño del estado. Cada sociedad busca y define qué debe realizar el estado. Hablando en simple, el problema fundamental es el descalce entre ingresos y gastos que hacen que se produzcan los déficits, se acumule deuda (la cual suma a las erogaciones los intereses). Y cuando ya no nos podemos endeudar, la solución viene por el Banco Central y la emisión de dinero.

¿Es el problema el tipo de cambio? ¿El dólar? No. El tipo de cambio es el termómetro simplemente que mide nuestros desbalances. ¿Es la inflación un problema? No, es simplemente el reflejo de que si la cantidad de bienes que producimos no aumenta, pero sí la cantidad de papeles con los que los compramos, entonces la competencia entre los actores de la economía por una cantidad fija de bienes lleva a entregar más papeles por esos bienes.

Si veo las últimas dos décadas, ningún gobierno ha tenido vocación de reducir la brecha fiscal. Los gobiernos del FPV incrementando el gasto social (sin entrar a discutir sobre su necesidad o no, que es otro tema), el gobierno de JxC con un afán de mostrarse desarrollista llevando a cabo inversiones en infraestructura (que podrían haber sido necesarias o no – ese es otro tema) pero para las cuales no teníamos los recursos ni la capacidad de endeudamiento.

Hoy en día, la única salvación parece ser una fuerte depreciación del peso que permita al gobierno equilibrar sus cuentas transitoriamente y darle margen para llevar a cabo el ajuste de sus cuentas fiscales. El tamaño del desequilibrio fiscal es tan grande que el atraso cambiario es tremendo. Al día de hoy, no es descabellado pensar en una cotización para el dólar que ronde los $200.

Pongámonos en onda COVID. Hoy en día la receta del gobierno es romper el termómetro porque no me gusta lo que marca. Ojo, el gobierno anterior hizo lo mismo a partir de abril de 2018, incluso tratando de encontrar culpables de las corridas cambiarias.

Las reservas internacionales son exiguas ya (para comparar, Chile cuenta con más de 40 mil millones de USD y eso que tiene flotación cambiaria). No queda mucho tiempo para que el gobierno tenga que liberar el tipo de cambio o ir a un control de capitales extremo (con todos los problemas que este trae aparejado). Por alguna razón (¿electoral?), a los políticos detestan que el dólar marcando cuán bien o mal está la economía del país.

El argumento actual es que el país necesita los dólares para importar y mantener su producción y para pagar deudas. Eso se puede realizar con un mercado cambiario liberado. Los importadores consiguen los dólares en el mercado según lo que vale realmente (y por lo tanto comprando lo que realmente vale la pena comprar). Los exportadores pueden vender lo que les plazca en el mercado, reservándose lo que quieran si les es necesario resguardar ahorros. Si alguien más quiere ahorrar, los compra en el mercado a los exportadores a un precio que les convenza que vale la pena desprenderse del billete verde. El estado y las empresas con deudas en el exterior consiguen sus dólares generando cada uno sus superávits/ahorros. Y acá va la pata monetaria. Porque el estado puede hacerlo con pesos recién impresos. Una tentación enorme. Pero eso incrementa la cotización nominal. Y ahí la piedra en el camino con la que nos tropezamos siempre.

En los 90 hubo un intento de independizar el Banco Central del poder político. No duró mucho. Gobierno tras gobierno, sin distinción, han vapuleado la autoridad del banco central.

En lo que a infraestructura institucional económica se refiere, ese es el punto de partida para que Argentina pueda salir de la ciclotimia en la que vive. Pero esto hay que complementarlo con un esquema fiscal que sea aceptado por la mayoría. No la mayoría circunstancial tras una elección. Sino una acordada entre distintas fuerzas políticas. El sistema de seguridad social y jubilaciones es un caso de fracaso tras fracaso en ese aspecto. En el gobierno anterior se probó una reforma contando los votos en el Congreso. Era una reforma condenada a la muerte ante el primer cambio de composición de éste. Hoy vamos por el mismo camino. Argentina necesita, como si fuera un país que sale de la guerra, de esos consensos políticos.

Pero en el corto plazo, dólar/precios/salarios nominales es lo que preocupa a los argentinos. Quizás la forma de explicarles el problema es representando dos cuerpos que avanzan enlazados por un elástico. Si acelero uno (dólar), tomará alguna ventaja temporal, pero el elástico hará que el otro tome impulso (precios/salarios), pasándolo por el costado y adelantándose momentáneamente, hasta que el primero sienta nuevamente un impulso para adelantarse otra vez. En eso ha estado Argentina por décadas.

Acelerando uno u otro, frenando uno u otro, sin darse cuenta que ambos van juntos y que la posición y velocidad a la cual avanzan en realidad depende de factores que se sintetizan en una sola palabra: productividad.

Esta es uno de los factores primordiales que define en qué punto del camino estamos. Es lo que llamamos tipo de cambio real. El otro factor, es el nivel de endeudamiento. El cual es elevado. No vale la pena discutir porque lo tenemos ya. Hay que pagar esa deuda y para ello generar los recursos. Para ello, el tipo de cambio real tendrá que ser elevado por muchos muchos años, de forma de generar los saldos de balanza comercial y cuenta corriente necesarios. Argentina no debe generar exportaciones y sustitución de importaciones por opción competitiva, lo debe hacer porque está forzada a hacerlo. El tipo de cambio es un resultado de esa obligación.

*Pablo Gonzalez: Licenciado en Economía de la Universidad Nacional de Córdoba y Ph.D. en Economía de Texas A&M University. Comenzó su actividad profesional como investigador de IERAL de la Fundación Mediterránea (Córdoba). Fue consultor del programa PNUD de Naciones Unidas y ha participado en consultorías para los gobiernos de Argentina y Chile. Ejerció como director de la Sociedad de Economía de Chile. Es Profesor Asistente de la Universidad Alberto Hurtado y se desempeñó como Instructor in Economics del Department of Economics de Georgetown University en el periodo 2002-2016. Actualmente es el Director de Postgrado de la Facultad en Chile e imparte tanto a nivel de pregrado, como de postgrado, cursos en el área de la Macroeconomía.

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