Es obvio las empresas de menor tamaño y cuya actividad productiva tiene escasa tecnologización y márgenes muy estrechos, tendrán dificultades para enfrentar los nuevos costes de la mano de obra. Ya la reforma de las 40 horas viene acompañada de medidas que favorecen los aumentos de productividad laboral a través de la formación y de la flexibilidad para la organización más efectiva de los procesos (Molins, Boronat y Godoy, 2016)9, pero aun así las más frágiles pudieran no lograrlo. Este es un riesgo cierto, pero también cabe preguntarse si aun en esos casos, la sociedad chilena se puede permitir éticamente que la supervivencia de estas empresas se haga condenando a sus trabajadores y especialmente trabajadoras, a vivir bajo el umbral de la pobreza e hipotecando el capital intergeneracional, pues los déficits de ingresos familiares obligan a los jóvenes prematura y escasamente preparados, a insertarse a un mercado laboral que también los precariza.
Por: Ana María Fernández, Doctora Cum Laude en Ciencias del Trabajo, Universidad de Murcia, España. Académica FEN-UAH.
Publicado en revista Observatorio Económico Nº 178, 2023.