Por Pablo Gonzalez M., Ph.D. en Economía, Texas A&M University. Profesor de la Facultad de Economía y Negocios, Universidad Alberto Hurtado.
Artículo publicado en el Observatorio Económico N° 77, noviembre 2013.
Todo parece indicar que el factor de selección para el ingreso a las universidades del Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH), llamado “ranking de notas”, va a tener que ser considerado de aquí en adelante. Más allá de cómo se calcula, lo fundamental a destacar son las grandes deficiencias de las que parecen adolecer los argumentos y los estudios previos encargados por el Consejo de Rectores.
Actualmente el sistema incluye tres factores de selección que cada carrera de cada universidad fija en forma independiente, respetando ciertos límites que impone el CRUCH:
• PSU, Prueba de Selección Universitaria (que en sus distintas versiones recibe ponderaciones distintas en cada carrera de cada universidad).
• NEM, Promedio de Notas de la Enseñanza Media del alumno.
• Ranking, incluido recientemente y confirmado con mayor ponderación para el presente proceso de selección.
Antes de evaluar estos criterios, uno debe preguntarse cuál es el propósito de la existencia de una universidad y, en función de ello, determinar los criterios de selección. Aunque no vamos a mencionarla acá, hay suficiente evidencia empírica tanto nacional como internacional respecto a la capacidad de la educación para convertirse en un instrumento de movilidad social. Sin embargo, de allí a concluir que “el” objetivo de las universidades es la movilidad social hay un gran paso. Y quizás el cambio de ponderaciones en la selección de estudiantes dentro del sistema del CRUCH contiene parte de ese pecado.
No es la única confusión. En un trabajo publicado por el Centro de Políticas Públicas de la PUC los autores parecen confundir aún más los objetivos de la universidad. Textualmente, en página 6, afirman:
“La pregunta fundamental para las políticas públicas debería ser: ¿qué predictores de éxito académico son razonablemente conocidos como para que las políticas de acceso y de financiamiento se alineen y consideren?”.
Y, tal como estos mismos autores lo expresan en la página 5, pareciera haber evidencia de que las universidades han resignificado la excelencia académica como criterio de selección en pos del financiamiento: “Hasta ahora y desde la creación del AFI, muchas de ellas (las universidades) dan mayor ponderación a la PSU que a las notas, quizás para poder obtener estos recursos”.
En definitiva, es necesario aclarar que el financiamiento -tema abordado con distintos enfoques en los números de noviembre 2012 y marzo, julio y septiembre 2013 de este Observatorio Económico- y la selección de alumnos deben correr por sendas separadas. Si bien le corresponde al financiamiento facilitar el menú de opciones que los estudiantes enfrentan para elegir carreras y universidades, las instituciones no debieran escoger alumnos en función de la disponibilidad de recursos públicos sino en base a la idoneidad de los postulantes para con sus proyectos de formación profesional.
¿SEGUROS DE LOS RESULTADOS?
Las justificaciones para incluir el ranking de notas son varias y se basan, incluso, en experiencias internacionales. Sin embargo, falta una visión crítica al ponderar los resultados. En el caso de los análisis de casos internacionales, por ejemplo, no hay mención a las diferencias fundamentales en los criterios de selección, admisión y financiamiento de los sistemas de educación básica y media. En un sistema en donde prima la educación pública con criterio de asignación territorial de colegio, el ranking puede estar indicando algo distinto que en el caso chileno. Y cuando pasamos a la evidencia nacional, los estudios se han limitado a explicar las diferencias o aprensiones por pasar de experiencias pilotos a la implementación de un cambio que involucra a todo el sistema.
Quizás en este último camino se encuentran el trabajo de Francisco Gil et al. ya mencionado y publicado en la página web de la DEMRE “Efecto de la Incorporación del Ranking de Notas en la Selección Universitaria”; Tomás Larroucau, Ríos I y Mizala A., Agosto de 2013, (http://www.demre.cl/text/pdf/p2014/Informe_Ranking_200813.pdf.), que intentan medir cuántos alumnos se ven afectados (positiva o negativamente) por la inclusión del ranking de notas como factor de selección. Resumiendo las conclusiones2:
“Si bien el número de estudiantes que ingresó a alguna de las 33 universidades asociadas al proceso no aumentó significativamente producto de la inclusión del ranking (cerca de un 1% del total de seleccionados en el proceso de admisión 2013), sí se produce un efecto claro de movimiento de estudiantes al interior del sistema. Es decir, estudiantes que quedan seleccionados en una carrera distinta en el proceso de admisión 2013 debido a que se incluyó el ranking de notas (…) La incorporación del ranking de notas afecta de manera positiva a estudiantes con un mejor desempeño escolar (mayores puntajes ranking y notas de enseñanza media -NEM-), a mujeres, a estudiantes de establecimientos municipales y particulares subvencionados, de establecimientos con un mayor Índice de Vulnerabilidad Escolar (IVE) y a estudiantes provenientes de familias de menores ingresos”.
Lo primero a resaltar es que, tal como se expresó al principio, pareciera que los efectos obtenidos no están en sintonía con lo que uno espera de un proceso de selección universitaria, sino que serían excepcionalmente positivos para políticas sociales y de género. También se observa que esos cambios, aun con las simulaciones hechas, carecen de significancia en la práctica. El autor reconoce que no ingresan un número considerable de nuevos alumnos al sistema, sino que esencialmente se movilizan dentro del mismo.
Hasta ahora, suponemos que estos resultados incluso son válidos, ¿pero realmente lo son desde el punto de vista científico?
Una mirada rápida sobre estos trabajos indica que, al parecer, han obviado lo que en economía llamamos la Crítica de Lucas (levantada por el premio Nobel de Economía 1995 Robert Lucas Jr., destacado por su contribución a la Teoría de las Expectativas Racionales) que, en palabras simples, postula que los actores dentro de un sistema reaccionan ante cambios estructurales.
Aplicado al caso del ranking de notas, significa que no podemos pensar, al realizar las simulaciones, que el comportamiento de alumnos, colegios, familias, universidades y carreras va a ser el mismo. Veamos algunos casos:
• El comportamiento de las universidades y carreras: si bien el CRUCH pone límites a las ponderaciones de cada uno de los factores de selección, las carreras dentro de una universidad tienen la capacidad individual de ponderar distinto, de subir o bajar los exispuntajes
PSU mínimos requeridos. Lo anterior debe considerarse en un marco en el cual se evalúa el posible comportamiento estratégico respecto a sus competidores. Las simulaciones presentadas en los trabajos mencionados no dan cuenta de estas interacciones.
• El comportamiento de los colegios de enseñanza media: apenas el ranking fue oficializado, algunos colegios afirmaron que inflarían sus notas, una evidencia clara de que la Crítica de Lucas debe considerarse. Lamentablemente ese anuncio fue poco feliz por dos razones: porque sería poco ético y porque manifiesta la miopía de los directivos. Subir las notas en 2013 beneficia a los alumnos de la presente generación, pero eleva el estándar para las generaciones siguientes del mismo colegio. Adicionalmente, la medida anunciada podría tener otro efecto: por ejemplo, que un colegio de rendimiento tradicionalmente mediocre en la PSU tratara de enviar a sus alumnos a “universidades de calidad” elevando las notas de los mejores alumnos, para lo cual tendría que condenar al resto del curso a notas bajas. En otras palabras, el ranking de notas generaría más dispersión de notas que lo justo. Paradójicamente, quizás algunos colegios particulares o subvencionados que eliminan secciones para quedarse con los mejores alumnos solamente en tercero o cuarto medio, ahora necesiten retener a los “peorcitos” para reposicionar a sus estrellas.
• El comportamiento de las familias: A nivel de focus group y en algunas líneas de investigación, existe evidencia anecdótica respecto al fuerte sesgo con que las familias de menores recursos seleccionan a cuál de sus hijos van a financiar para que vaya a la universidad. Es esperable también que estas familias traten de enviar a sus hijos a un mejor colegio (si es que entendemos mejor como más alto PSU y/o SIMCE) para incrementar la probabilidad de que llegue a ser profesional. De hecho, una buena parte del movimiento se da en el cambio entre 7º y 8º básico. La familia podría preguntarse para qué llevar al niño a un colegio mejor donde pueden caer sus notas y. por lo tanto, su ranking. ¿Veremos menos movilidad entre colegios, se generará una corriente en el sentido de buscar un colegio en el que sobresalga mi hijo sin importar si está aprendiendo y esforzándose en adquirir hábitos de estudio?
• El comportamiento de los estudiantes: obviamente que la inclusión del ranking genera ahora una mayor competencia entre compañeros de generación de un colegio. Quizás este es un punto en el cual tienen razón los estudiantes que actualmente se quejan de lo apurado de la implementación. Si ellos hubieran sabido esto al momento de elegir su colegio de educación media o su esfuerzo de estudio, su situación sería distinta, a pesar de que se haga en base a tres generaciones.
Como vemos, existen muchas preguntas y una total falta de ponderación de los resultados de estas simulaciones. Aun si ningún actor en el sistema cambiara su comportamiento, los resultados de la implementación del ranking de notas son cualitativamente casi obvios y cuantitativamente insignificantes, según palabras de uno de los autores citados.
Incluso admitiendo la importancia de los criterios de inclusión social, llama la atención la falta de evaluación de otras alternativas. Si la dimensión de género es importante, o lo es la procedencia de colegios municipales, ¿pudo haber sido mejor apuesta la instauración de sistemas de cuotas?
Con más tiempo, podría haberse dado el espacio para los cambios de malla o política de acompañamiento que permitieran la nivelación de estos nuevos estudiantes universitarios, que así se habrían evitado el costo de un primer año en desventaja respecto a quienes sólo les bastó la PSU o la frustración e incapacidad para afrontar el proceso de formación.
Queda la sensación, entonces, de que este cambio en el ingreso a las universidades carece de fundamentos sólidos y que fue realizado en forma apresurada sin contar con objetivos bien definidos. Lamentablemente, si es que tienen una mirada de política pública, estos trabajos tampoco se hacen cargo de aquellos que quedan fuera del sistema del CRUCH.
En definitiva, y parafraseando el título de un libro sobre evaluación de las políticas públicas en el mercado laboral chileno, lo que se viene a la mente es que estamos “entre las buenas intenciones y las buenas soluciones”.
¿CÓMO SE CALCULA EL PUNTAJE DEL RANKING DE NOTAS?
Gran parte del problema de la aplicación del ranking de notas es que una fracción no menor de personas no entiende cómo se calcula. El siguiente ejercicio ejemplifica 5 casos.
En principio, el ranking de notas es un factor de selección que tendrá variación entre 208 puntos y 826 puntos, tal como es la escala de otro factor de selección, la Nota de Enseñanza Media (NEM).
La NEM resume el comportamiento del alumno a lo largo de su paso por la educación media. Parte de 4,0 y termina en 7,0. Vamos a suponer cinco alumnos de un mismo colegio. Los datos del colegio y de cada alumno están sintetizados en las tablas que siguen.
Para convertir el promedio de las notas de enseñanza media del alumno al puntaje NEM (PSU equivalente) en el rango 208/826, la fórmula a aplicar es:
Para el caso de Manuel, esto sería:
Si alguien tuviera como promedio de su paso por la enseñanza media un promedio de 4,0, obtendría simplemente 208 de puntaje NEM y en el caso de alguien con promedio 7,0 lograría los 826 puntos.
Pero, ¿cómo se calcula el puntaje para el ranking? Para cada una de las tres generaciones anteriores se necesita saber el promedio de notas en la enseñanza media del mejor alumno y el promedio de notas de todos los alumnos de cada generación. En ambos casos se calcula a su vez el promedio. Hay dos casos que son muy simples y otros más complicados.
• Si el promedio de notas de un alumno es menor al promedio del promedio de notas de cada una de las tres últimas generaciones (5,7 en la tabla), tal como es el caso de Manuel (con 5,5), ese alumno tiene un puntaje ranking igual al puntaje NEM, es decir 515 puntos. En este caso, se aumenta la ponderación al NEM en los criterios de selección en detrimento de la PSU.
• Si un alumno, como es el caso de Marcela (con NEM 6,3), supera al promedio de los mejores alumnos de cada generación, su puntaje ranking será el máximo puntaje NEM, es decir 826.
• Para los casos intermedios, como el de Pablo, con NEM que supera al promedio del promedio de cada generación (5,7) pero está por debajo del promedio de los mejores alumnos de las tres últimas generaciones, el puntaje se encontrará entre:
– El puntaje NEM del promedio del promedio de cada generación. Este es el caso de Claudio que justo tenía una NEM de 5,7 y su puntaje NEM sería de 556.
– El puntaje NEM del promedio de los mejores alumnos. Este es el caso de Carolina, con NEM de 6,2 y que le corresponde un puntaje NEM de 826.
– En estos casos intermedios, como lo es el de Pablo (con 6,0) la fórmula es la siguiente:
En definitiva, incluir el criterio de selección por ranking de notas mejora la posición relativa de todos aquellos que superan al promedio del promedio de notas de las últimas tres generaciones, como el caso de Marcela.
1 “Ranking de las Notas: Inclusión con Excelencia”; Francisco Gil, et al., Serie Temas de Agenda Pública, Nº 60, Año 8, mayo 2013.
2 Ver http://www.unesco.org/new/es/media-services/single-view/news/estudio_sobre_el_efecto_de_la_incorporacion_del_ranking_de_notas_en_la_seleccion_universitaria_determina_que_mejoro_la_equidad_del_sistema/.