Jorge Rosenblut
Presidente Endesa Chile
Fuente: El Mercurio
En el artículo de Jorge Rosenblut, publicado el Domingo 9 de Marzo en El Mercurio, es citado un estudio de los profesores Fernando Fuentes y Carlos García.
Estamos a horas de iniciar un nuevo ciclo político. El poder Ejecutivo y el Legislativo enfrentarán múltiples desafíos. Y quizás uno de los más urgentes sea reactivar el sector eléctrico y desatar los nudos que impiden que hoy contemos con la energía necesaria para seguir impulsando el desarrollo. «El Mercurio» publicó recientemente un editorial sobre los desafíos del sector eléctrico, «industria con una oferta cada vez más estrecha, producto de la severa subinversión que la afecta». Y las consecuencias de ello son mayores. Un estudio, de los ingenieros de la consultora Synex Renato Agurto y Esteban Skoknic, y de los académicos de la Universidad Alberto Hurtado, Fernando Fuentes y Carlos García, calculaba que al año 2019 esta desinversión provocará que el país «habrá perdido el equivalente a cerca de un año de crecimiento (6,15% del PIB)», monto obtenido al comparar el actual escenario con uno en que las inversiones hubieran seguido, a partir de 2007, el ritmo previo. Así, la subinversión es el principal problema que enfrentamos en la materia.
Sobre lo que encararemos durante la próxima década, creo que no hay dos opiniones: hay que reactivar la senda de inversión. Nuestra empresa, Endesa, y el grupo Enel, al que pertenecemos a través de nuestra matriz Enersis, está consciente de este reto. Sabemos que los programas de obras de la Comisión Nacional de Energía (CNE), corregidos para considerar 1.000 MW por el mayor requerimiento de la Ley 20/25, indican que en los próximos 10 años deben entrar 6.700 MW adicionales, pero de ellos menos de 2.000 se están construyendo. Y esto tiene que ocurrir en tiempos bien estrechos e implica el desafío mayor de movilizar inversiones, talento humano e ingeniería, elementos que existen en las cantidades necesarias en nuestro país.
El abanico de opciones sobre las que se deberá elegir para asumir el reto no es amplio. Privilegiar unas u otras, implicará beneficiarse de determinadas ventajas y asumir determinadas consecuencias. Dependiendo de cómo se incline el fiel de la balanza por una u otra alternativa, el país contará con precios energéticos más baratos o más caros, emitirá más o menos gases de efecto invernadero o tendrá un mayor o menor autoabastecimiento eléctrico. Elegir el balance adecuado es la gran tarea para estos cuatro años.
Gracias a la aprobación de la Ley 20/25, en los próximos 10 años se deben incorporar unos 3.200 MW de energías renovables no convencionales (ERNC). En sí mismo, esto es un reto monumental e inédito para Chile y nuestro frágil sistema de transmisión, condicionado por las características de la topografía y geografía de nuestro país. Las opciones restantes se reducen, entonces, al uso de energías convencionales -carbón, gas natural licuado (GNL) e hidroelectricidad-, y son éstas las que deberán llenar los 3.500 MW faltantes.
Así, optar por GNL implica un rango de emisiones de gases con efecto invernadero medio a bajo. La ventaja está en que la implementación de este tipo de centrales es rápida, pero sus costos variables son altos, sobre los US$85/MWh, y dependen de la volatilidad de los precios internacionales. El costo medio total de este tipo de generación -considerando la recuperación de la inversión- están en los 120 US$/MWh y su desarrollo dependerá de que el país cuente con nueva infraestructura de regasificación.
La otra opción, desarrollar centrales térmicas de carbón, requiere crecientes costos de inversión para reducir los impactos ambientales hasta nivelarlos con el GNL.
El desarrollo de centrales hidroeléctricas es la otra alternativa. Su ventaja es que no producen emisiones y el agua una vez ocupada vuelve intacta a su cauce. Su precio de generación en términos de costo variable es prácticamente cero. El inconveniente está en la lentitud de su implementación y en los altos costos de inversión de los proyectos. A ello se suma que los gobiernos pagan un mayor costo político, dado que los proyectos se concretan entre cuatro a ocho años después de aprobados. Pero aun así, muchos de los proyectos hidráulicos, hoy en la mesa de debate, presentan un costo medio total inferior al de las centrales a carbón y están aislados de las variaciones de precio de los combustibles fósiles. Así, sus costos medios totales de generación están por debajo de los 90 US$/MWh. Usar esta energía limpia, barata y abundante en Chile, contribuirá a que nuestro país sea más competitivo y a tener un mayor autoabastecimiento eléctrico.
Veamos cómo enfrentan encrucijadas similares otros países del Cono Sur. Tiempo atrás, me tocó participar en una reunión en la que el ex Presidente de Brasil, Luiz Inacio «Lula» Da Silva, expuso su visión, ante un grupo de empresarios chilenos, sobre los desafíos económicos y energéticos de su país y el continente. El ex Presidente brasileño nos ilustró sobre la urgencia de tomar las decisiones correctas y oportunas, y así contar con la energía que alimente el desarrollo. Un episodio que nos contó al respecto. Mientras él era Presidente, se reunió con unas mil familias que serían afectadas por un enorme proyecto hidroeléctrico. Él les señaló algo así: «Yo me preocuparé con afecto por ustedes, pero no puedo dejar de preocuparme por los 200 millones de brasileños que necesitan energía».
La decisión permitió avanzar en el aprovechamiento de un recurso abundante en Brasil, como es el agua, cuyo potencial en ese país es de 135.000 MW, lo que permitió que en los últimos dos años entraran en operación unos 7.000 MW, y son cerca de 14.000 MW más los que están en construcción. Lo mismo ocurre en Colombia, nación que está desarrollando proyectos de generación hídrica que le aportarán 3.000 MW en cinco años.
La pregunta, entonces, es ¿qué debemos hacer para avanzar en el camino del aprovechamiento pleno de nuestro petróleo limpio y renovable, que es el agua, y que no requiere ser importado?
Sabemos que el poder Ejecutivo y el Legislativo tendrán una agenda llena de desafíos durante 2014. Temas como educación, tributación y reformas constitucionales captarán su atención en lo principal. Espero que al igual como salió adelante la legislación sobre ERNC y la interconexión entre el SIC y el SING, el país sea capaz de encontrar un espacio técnicamente sustentable para solucionar de una vez la severa subinversión que afecta al sector eléctrico.
Endesa hará su parte en esta tarea, de la misma forma como lo hemos hecho en una década, al sumar 2.000 MW al sistema, a través de nuestras centrales Ralco, que permitió que Chile se abasteciera silenciosamente de energía, justo cuando dejó de llegar gas natural desde Argentina; o San Isidro II; o los parques Canela I y Canela II, pioneros en el uso de energía eólica; o el terminal de regasificación de GNL en Quintero, que permitió superar definitivamente los cortes de gas argentino -Endesa fue la única compañía generadora que acompañó este desafío-; o la central Quintero; o Bocamina II, que aportará y será relevante para la seguridad del sistema.
Endesa Chile impulsó estas iniciativas y fue parte de la solución a las necesidades energéticas del país. Tal ha sido su vocación permanente, la que mantendremos en este nuevo ciclo, para que Chile cuente con la energía suficiente para impulsar la competitividad de sus industrias y la calidad de vida de los chilenos.
ESPERO QUE EL PAÍS sea capaz de encontrar un espacio técnicamente sustentable para solucionar de una vez la severa subinversión que afecta al sector eléctrico.