2012

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Artículo publicado en Observatorio Económico Nº 57, Octubre de 2011 Por Carlos García*
*Profesor Facultad de Economía y Negocio UAH, Doctor en Economía UCLA.

En las últimas semanas, las noticias negativas sobre la economía mundial para el 2012 están reduciendo también las expectativas de crecimiento de la economía chilena para ese año. Según una encuesta del Banco Central de Chile, las expectativas de crecimiento del PIB han pasado de un esperanzador 5,5% a un menos optimista 4,5%. En el peor de los casos, este crecimiento podría llegar a ser, según algunos analistas, de 3,0% si las condiciones externas siguen empeorando. Sin embargo, estos escenarios pueden esfumarse rápidamente. De acuerdo al BC, el crecimiento esperado para el 2009 en septiembre de 2008 era de un moderado 4,0%, aunque finalmente la economía entró en una fuerte recesión con una caída de 1,7%. Es decir: tenemos la experiencia vivida hace muy poco tiempo, que las proyecciones pueden estar lejos –y mucho– de la realidad.

En efecto, la crisis que comenzó el 2008 significó una recesión total y a escala mundial: Estados Unidos cayó en 2,4%, Europa en 4,0% y Japón en 5,0%, y en consecuencia la economía mundial experimentó una recesión de 0,7%.

¿Cuáles son las expectativas para el 2012?

Si tomamos los datos del FMI, las economías de los países en desarrollo se expandirían en torno al 1,9%: un crecimiento lento según el mismo FMI pero aún razonable si antes de la crisis el crecimiento promedio estuvo en torno al 3,0%.

Sin embargo, al igual que en 2008, el escenario sigue siendo frágil. Europa enfrenta ahora una crisis peor que la anterior, liderada por países como Grecia y España. Por otra parte, la evolución de los Estados Unidos sigue siendo muy incierta. Además el crecimiento de Japón se está pareciendo al cuento de Pedrito y el lobo: nunca crece como se espera. El caso de China también es hoy preocupante: ha mostrado signos de desaceleración, situación que no es extraña si consideramos la importancia de las exportaciones en ese país, y el hecho que el mundo desarrollado es el gran comprador de sus productos. Además, China ya adoptó un sistema de mercado y por tanto debe experimentar recesiones y contracciones como cualquier otro país capitalista.

Bajo este nuevo escenario, el 2012 ya no parece ser tan benigno como se espera por los analistas e incluso el FMI. En efecto: existe una probabilidad real que el mundo y también la economía chilena sufran una fuerte desaceleración y las proyecciones de crecimiento se esfumen. Esto no obstante la buena situación financiera de nuestras instituciones económicas. El Banco Central tiene reservas importantes y el fisco fuertes ahorros provenientes de los altos precios del cobre, pero eso no significa que este asegurado el crecimiento en 2012.

Las políticas fiscales y monetarias permiten aliviar los problemas en tiempos de crisis, pero desde hace bastantes años son los privados los que hacen y llevan adelante nuestra economía. Cuando ellos entran en problemas, la estabilización de la política económica ayuda a la economía, pero no evita el resultado final. Así, por ejemplo, la economía chilena hubiera caído bastante más en 2008 si las autoridades de ese momento no hubieran abandonado momentáneamente la regla fiscal y expandido el gasto, pero aún así la economía enfrentó una crisis importante.

No quiero ser pesimista, pero la economía de mercado va más allá del voluntarismo o de las esperanzas de un futuro mejor. Por el contrario: es fría, dura, implacable, e incluso puede llegar a ser cruel, como la definió un ex presidente de Chile. Un punto más de desempleo no es trivial para las personas que lo sufren: deja secuelas que a veces traspasan generaciones. Pero también es trasparente y eso es una virtud de la economía de mercado. Uno sabe exactamente lo que enfrenta si deja de lado los sentimentalismos y las idealizaciones. En términos concretos, debemos estar preparados para realizar los ajustes necesarios por si la economía mundial sigue deteriorándose de la manera que hemos observado en las últimas semanas. En especial los ahorros fiscales deben cuidarse, puesto que aún si no se concreta el peor de los escenarios, esos recursos servirán para otra ocasión.

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