Cómo nos afecta lo que pasa en China

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Por primera vez se observa una posible desaceleración de la economía china. Ella solía ser el motor que quedaba funcionando cuando Europa, Japón, o Estados Unidos caían. ¿Qué nos podría pasar en este escenario?

Por Carlos García, Profesor Facultad de Economía y Negocios, Universidad Alberto Hurtado. Doctor en Economía, Universidad de California en Los Angeles.

Artículo publicado en Revista Observatorio Económico Nº 60, Marzo de 2012

Chile, 2012. ¿Se repetirá el crecimiento de 2011 o la economía se estancará como ha estado ocurriendo con otros países? Si consideramos los últimos datos de inflación, crecimiento (medido por el IMACEC) y desempleo, la economía chilena se estaría acercando a su pleno empleo: una situación donde más demanda de bienes y servicios causará más inflación y por tanto el Banco Central de Chile se verá obligado a subir la tasa de interés de política monetaria sin importar si los aumentos de precios están concentrados en productos básicos como los alimentos. Los efectos de este escenario también se traducirían en un tipo de cambio más bajo. En efecto, las mayores tasas atraerían capitales externos, los cuales presionarían, por la mayor oferta de dólares, hacia una caída del precio del dólar.

Acaso estos son los problemas que una economía quiere tener. Sin embargo, existe un escenario alternativo relacionado son el desempeño de la economía mundial, y fundamentalmente con China. Si el crecimiento chino cae –por la menor actividad económica en Europa y Estados Unidos–, entonces Chile deberá moderar su crecimiento y los resultados positivos de estos meses terminarán. Los resultados del IMACEC serán cada vez peores, aumentará la tasa de desempleo y el IPC registrará cifras bajas. El Banco Central deberá bajar tasas y con ello el precio del dólar subirá. Como se puede apreciar, los dos escenarios son completamente opuestos: en uno la economía entra de lleno a una senda de expansión y buenas noticias; en el segundo la situación es bastante más sombría.

En ambos casos se juegan muchas cosas que no marcarán los años por venir. En lo político, en el escenario más negativo para la Alianza, ella podría perder importantes candidatos en las próximas elecciones municipales y ver complicada la reelección de uno de sus candidatos para las elecciones presidenciales de 2013. No es extraño que la gente prefiera un cambio si la situación económica empeora, aun si las razones de este deterioro son causadas por una economía mundial más deprimida y no tienen que ver directamente con las políticas del gobierno. Por el contrario, una economía boyante puede asegurar un segundo término para la alianza y entonces el futuro político depende completamente de la capacidad del gobierno de aprovechar la situación. Sin embargo un tema que puede amagar las posibilidades de la Alianza en las próximas elecciones bajo este escenario positivos son las mayores demandas sociales. En efecto, como ha ocurrido en el caso de Aysén o las protestas estudiantiles, un buen escenario económico es también un buen momento para que diferentes grupos de interés presionen y hagan lobby a su favor. Chile es un país con importantes inequidades que posibilitan el surgimiento de demandas de personas que se sienten excluidas del crecimiento económico que han experimentado los sectores más modernos y con mejores salarios (financiero, minero, etc.) o de aquellas regiones menos beneficiadas con respecto a otras (el extremo sur en relación a las regiones mineras y a Santiago).

Las noticias no son alentadoras en la economía mundial especialmente por lo que está ocurriendo en China. La dinámica en los últimos años ha estado marcada por lo que ocurra en ese país. Una fracción importante de los productos se ha concentrado en esa economía, no solo para el consumo externo sino también para el consumo interno. Con el correr de los años, y más que otras potencias económicas emergentes como India, Brasil y Rusia, el gigante oriental ha resultado ser no solo un motor de repuesto en caso que fallen otros bloques económicos, sino también un impulsor propio de la economía mundial. Su enorme población y la capacidad para satisfacer la demanda mundial de un sinnúmero de productos ha terminado por ubicar a China en una posición clave. Su consumo de petróleo, cobre, acero y alimentos es tan colosal, que un estornudo de esta economía hace que los precios de productos clave suban y bajen en forma dramática.

Dadas las dimensiones de la economía China, una desaceleración es un indicador claro de que la economía mundial se resentirá. Por supuesto, con esto la economía chilena también se desacelera. Hay que recordar que la economía mundial está sincronizada por diferentes canales que involucran no solo el comercio de bienes, sino también los flujos de capitales.

Si China no crece a las tasas esperadas, el resto de las economías –un frágil Estados Unidos, un Japón estancado y una Europa en recesión–, deberá reducir sus expectativas de crecimiento. Dada la dependencia de la economía chilena a la economía internacional, no hay otra opción. Somos productores de muchas materias primas cuyos precios dependen de la demanda de otros países. Sería iluso creer que la economía pueda crecer en forma autónoma.

Bajo este escenario, relativamente novedoso puesto que China viene creciendo fuerte hace tres décadas, las opciones no son las más optimistas. ¿Cuál será la reacción de los inversionistas si China se debilita? Es un misterio; una posibilidad que hasta ahora nadie había considerado, quizás porque aún creemos que China es una economía no capitalista. Pero eso dejó de ser verdad hace varios años. La realidad es que China es capitalista y por lo tanto estará sujeta a las mismas fluctuaciones que las otras economías de este tipo, nos guste o no.

China se está desacelerando. Por lo tanto, eso afectará la trayectoria del precio de muchos productos, entre ellos el cobre. Una buena noticia es que el menor crecimiento de China reducirá la presión sobre el petróleo y dará un respiro a nuestra industria y a las familias. Por supuesto, lo que suceda con China no es completamente seguro, porque las autoridades de ese país tratarán de hacer todo lo posible por que el crecimiento de su economía siga fuerte: bajarán sus tasas de interés, mantendrán el dólar alto e inyectarán más gasto fiscal.

Recordemos que la situación social en China, como en muchas naciones emergentes, también es frágil, en especial en los malos tiempos. Solo basta pensar la presión que pueda causar algunos puntos más de desempleo en la sociedad China, donde están obligados a tener altas tasas de crecimiento para hacer sostenible su estándares de vida, que si bien son moderados, deben estar asegurados para miles de millones de personas.

La situación de China no debería sorprender. Si las economías más desarrolladas están en problemas, porque China, que produce de todo para ellas, debería también tener problemas similares. No estamos hablando de una recesión, pero sí, por lo menos, de un menor dinamismo.

No creemos que la economía chilena caerá en una recesión, pero sí deberá seguir sendas de crecimientos más moderadas. Por estas razones las presiones sobre los precios deberán reducirse, incluidas las que vienen de materias primas. Las alzas de alimentos, combustibles y otros productos deberán suavizarse.

POLÍTICAS PÚBLICAS PARA ESTOS TIEMPOS
Un escenario tan complejo como el actual requiere una división entre políticas macroeconómicas y sectoriales. Desde el punto de vista macroeconómico, el Banco Central de Chile debe estar atento a no reaccionar en exceso, y por tanto a no subir tasa de interés. Esto trae consigo una caída del precio del dólar, lo que debilita aún más al sector exportador en caso que una débil demanda mundial deprima o por lo menos ubique el precio de las materias primas por debajo de los niveles del año pasado. En las actuales circunstancias el BCCh ha sido consciente de la enorme incertidumbre que rodea a la economía chilena, y ha seguido una política monetaria prudente.

Un campo más complejo se encuentra la política fiscal, en especial la reforma tributaria. ¿Es momento para discutir y subir los impuestos a las empresas? Si se materializa el escenario menos favorable, la reforma tributaria parece ser poco aconsejable. Sin duda que la inversión y el empleo se resentirán si se mezcla una economía menos dinámica con impuestos más altos. La prescripción en este caso es postergar unos meses la discusión tributaria hasta que se despeje la incertidumbre sobre el futuro de la economía. En caso contrario, se puede correr el riesgo de que la discusión sobre la reforma tributaria se vea afectada por la coyuntura: lo menos recomendable para una reforma que busca solucionar temas claves de las políticas públicas. Por otro lado, el gasto fiscal debe mantenerse pero con la posibilidad de aumentos o redistribuciones pro empleo en caso que la situación empeore.

Reformas más específicas como los mejoramientos en la competencia, fiscalización de empresas y sociedades, las relaciones entre empresas y trabajadores, y los asuntos medio ambientales deben seguir su proceso, pero con precaución. Mantener altas las expectativas de los empresarios debe ser clave en la actual situación. Un fuerte control y una justa regulación, si bien son requisitos de largo plazo importantes para nuestra economía, estas pueden ir en la dirección contraria a la deseada si en el corto plazo las empresas enfrentan problemas coyunturales. Tanto en este tema como en la posible reforma tributaria, la graduación es un variable clave para evitar reacciones del sector privado que puedan empeorar la situación.

 

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