Poder y género: cuestionemos el origen del liderazgo

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La pandemia del Covid-19 ha obligado a los países a definir estrategias para contener el virus y mitigar sus efectos. Los líderes mundiales han recurrido a acciones, planes e iniciativas que se diferencien del resto, pero todas con los objetivos ya conocidos. Algunos medios internacionales han destacado el trabajo de presidentas o primeras mandatarias por sus “prolijas” y “exitosas” determinaciones frente al coronavirus. Finlandia o Islandia, por ejemplo, son nombradas como casos donde líderes mujeres han conducido esta emergencia. ¿Cuánto análisis resiste hablar de “liderazgo femenino” versus “liderazgo masculino”? ¿Es proporcional el género al poder? Marcela Mandiola, académica de la Facultad de Economía y Negocios, analiza y aclara esta relación: “No adscribo a eso de que exista ‘liderazgo femenino’ y mucho menos lo consideraría una tendencia o un modelo. Lo que sí puedo compartir es que hace mucho rato que nuestro país, y el orbe completo, están dando muestras de requerir un cambio en la conducción”.

La mirada de género nos habla de los modos de producción de autoridad, la distribución de poder y de cuales prácticas o conductas aparecen como sinónimo de liderazgo en este caso. Más importante, la perspectiva de género nos ayuda a comprender los cierres discursivos, ideológicos, que sostienen dichas articulaciones.

¿Qué tipo de liderazgo conduce mejor una crisis de estas características? ¿Hay determinaciones que tienen que ver con el género?

El liderazgo conviene entenderlo como una relación, un algo que surge y se construye entre las personas, y que se articula estrechamente al contexto en el cual se da. Con eso quiero decir que debemos dejar de considerarlo un atributo individual del cual se echa mano como si fuera una herramienta que se toma o se deja, o que se aplica a discreción de quién tiene una posición de responsabilidad. De este modo, tampoco entendemos el liderazgo como expresión de una identidad femenina o masculina. En otras palabras las mujeres no ‘poseen’ ni ‘despliegan’ necesariamente algo así como ‘liderazgo femenino’.

En situaciones de este tipo se esperaría ver liderazgos compartidos o colectivos. Con esto quiero decir que para circunstancias complejas, multivariadas, que además implican un impacto amplio todas las miradas posibles debieran ser convocadas. Creo que aplica la colaboración más que la competencia, por ejemplo. La toma de decisiones, que es solo un atributo del ejercicio del liderazgo, puede quedar en manos de una persona, sin embargo, lo que nutre esa decisión estaría construído por el colectivo.

¿Es correcto decir que en países con presidentas o primeras ministras se ha logrado una mayor contención del Covid-19? ¿Existe una perspectiva de género para ese análisis?

Lo que ciertos artículos periodísticos quisieron destacar diciendo que ‘los 7 países con mejor desempeño frente al Covid-19 están liderados por mujeres’ me parece algo tendencioso. En primer lugar es difícil asegurar que haya un ‘buen desempeño’ frente al virus, dichos artículos no logran respaldar esa afirmación. Por otro lado mencionan a países que tienen muchas otras condiciones que pueden ser favorables para decir que lo hacen bien, en general son países ricos, la mayoría de ellos con poca población y varios son islas. Peor aún, dichos artículos atribuyen al desempeño de las líderes políticas acciones que son más bien individualistas, en algunos casos autoritarias, y orientadas a resultados más que a procesos, las que se entienden más bien como propias de la masculinidad hegemónica. Creo que había otras maneras de decir que ciertos líderes en particular lo están haciendo muy mal.

Por otra parte, claro que hay perspectiva de género para entender prácticas políticas, de gobierno u organizacionales. Sin embargo el género, en ese caso, no tiene que ver con resaltar el sexo biológico o la identidad de quien ocupa una posición en particular. La mirada de género nos habla de los modos de producción de autoridad, la distribución de poder y de cuales prácticas o conductas aparecen como sinónimo de liderazgo en este caso. Más importante, la perspectiva de género nos ayuda a comprender los cierres discursivos, ideológicos, que sostienen dichas articulaciones.

¿Qué oportunidades existen – además de una pandemia mundial – que posicionen el liderazgo femenino no como una tendencia sino como un modelo?

No deberían necesitarse pandemias o tragedias de corte global para ver aparecer otras estrategias de poder o de gobierno. No adscribo a eso de que exista ‘liderazgo femenino’ y mucho menos lo consideraría una tendencia o un modelo. Lo que si puedo compartir es que hace mucho rato que nuestro país, y el orbe completo, están dando muestras de requerir un cambio en la conducción. Tenemos ya suficiente evidencia de la tragedia humana y desastre ecológico que han provocado los liderazgos individualistas motivados por el mero interés económico que han ejercido ampliamenete hombres blancos de clase alta. Se trata de dejar de monopolizar el conocimiento, el poder político y la riqueza material. Se trata de abrirse a otras articulaciones éticas que permitan expresiones democráticas y participativas de todas las subjetividades y saberes que hasta ahora han sido fuertemente subalternizadas.

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