Ranking Forbes en tiempos de pandemia: decano Abarzúa analizó aumento de la riqueza de los billonarios

0

Pese al brutal impacto económico global generado por la crisis sanitaria COVID-19, las personas billonarias se hicieron más billonarias. Así quedó reflejado en la 35ª lista anual de la Revista Forbes de los más ricos del mundo. En el caso de Chile, mientras el informe del Banco Mundial sobre nuestro país consigna que 2,3 millones de personas de clase media: “experimentaron movilidad social descendente en el 2020”, la realidad de los billonarios(as) chilenos fue diametralmente distinta, pues en conjunto, su fortuna creció en un 73%. En el ranking, los primeros seis connacionales están encabezados por Iris Fontbona-familia Luksic (lugar N°74) que, de los US$10, 8B del 2020 subió a US$23, 3B; la sigue Julio Ponce Lerou (N°705) de US$1,7B a US$4,1B y el presidente Sebastián Piñera(N°1064) también forma parte del selecto grupo, elevando su caudal de US$2,6B a US$ 2,9B.

De estos temas conversó el decano de la FEN, Eduardo Abarzúa, con los conductores del programa Estación Central de Radio USACH de la Universidad de Santiago, transmitido el miércoles 7 de abril. Dos importantes elementos, consideró como premisas para el análisis. Uno, desde la visión del cómo se construyen estas fortunas, es decir si son producto: “de la rentabilidad del capital o es producción o es creación de empleo”. En el caso de las mega fortunas chilenas, explicó, que, nuevamente, nos encontramos “con lo mismo”, es decir, a través de la explotación de commodities como el cobre, litio y bosques, entre otros; distantes del origen de caudales de billonarios de países desarrollados.

En esa línea, recordó que uno de los temas de debate país de largo aliento tiene que ver precisamente con nuestro modelo de desarrollo, es decir: “¿Cómo nos instalamos en economías de valor agregado? y no sólo de rentas de capital, que es un problema de nuestra economía”.

Sin embargo, el decano, planteó un segundo elemento igual o más importante que el anterior, pues el tema de fondo, enfatizó: “Es cuánto y cómo se comparte y cómo, finalmente, esto se refleja en una distribución de la riqueza distinta […] […] Nos preguntamos si las fortunas o los capitales deben tener una regulación mayor por parte de los estados, porque parece que se han autonomizado respecto de ello. Entonces, esto llega y aporta e intensifica un problema que hace rato nos ha golpeado en particular y que está en el marco de la desigualdad […] Aquí, hay un tema también de cómo hemos organizado la sociedad, cómo hemos organizado a nivel macro, pero también a nivel local y cómo el Estado también ha jugado determinados roles, tal vez de ausencia en regulación, en distribución. Y de nuevo, llegamos a la legitimidad del Estado, a la legitimidad de la distribución del poder en la sociedad, que es lo más delicado”.

Y, justamente esta desigualdad en la distribución de la riqueza es lo que contribuye a incrementar el malestar generalizado de la población que ha puesto en juego la legitimidad de nuestra democracia, de las instituciones e incluso la legitimidad de estas megas fortunas. “Nos topamos con lo mismo, con el descontento de la sociedad y con la desconfianza en las instituciones y también con una falta de credibilidad respecto de quienes detentan el poder que es lo que más daña a las democracias”, agregó el Decano.

Muestra de ello, recordó que: “El promedio de la renta de los chilenos, más de la mitad, anda alrededor de los $500 mil. Eso resulta obsceno cuando ves estas ganancias de capital […] En otros países, los mismos millonarios han planteado la necesidad de compartir más, de hacer sacrificios, porque entienden que hay un tema también de percepción y legitimidad de las propias riquezas”.

¿Y cómo se comparte la riqueza de un país? En esto, sostuvo, es clave la participación de los trabajadores: “El compartir riqueza en las relaciones sociales y en las relaciones políticas no es una dádiva. No es un acto de que yo me levanto en la mañana y digo: ´tengo que compartir más, tengo que mejorar los sueldos´. Eso es fruto de ajustes institucionales que permiten que los actores concurran, con relativa igualdad de condiciones, a conversar de sus condiciones de trabajo. Y un espacio donde eso ocurre es en el diálogo social expresado en la Negociación Colectiva […] En otro nivel, también ocurre cuando se le da participación en los resultados a los trabajadores, que son formas normales en países desarrollados, ya sea recibiendo parte de las acciones o participando de los resultados económicos de la buena gestión de las empresas”.

Consultado sobre las razones que frenan el objetivo de construir un país más igualitario, Abarzúa dijo que: “Hay un tema de distancia social y de desprecio por formas de relación que en otras sociedades es normal. Por ejemplo, ¿cómo tomo las decisiones en una empresa, en una organización?: en general, despreciamos la opinión del sub alterno en los espacios de trabajo […] El poder, en general, no tolera cuestionamientos. En otras sociedades hay leyes que obligan a la participación en las organizaciones y en las empresas […] Tenemos un tema de distancia social, de discriminación, de clasismo, cruzado con temas de racismo”.

Y frente a la pregunta si es partidario de un impuesto a los súper ricos, el decano Abarzúa dijo que: “Evidentemente hay que revisar la estructura tributaria. Aquí, hay muchas exenciones y privilegios […] Por supuesto al impuesto a las grandes rentas […] Hacen falta voluntades y sentarse a la mesa sin prejuicios. El problema es cómo redistribuimos y aseguramos una supervivencia y la satisfacción de necesidades básicas de nuestro compatriotas […] Sentarse a la mesa con prejuicios o ideas preconcebidas o rechazando es inviable, pensando en la gravedad de los problemas que tenemos y en la necesidad de un proyecto en común”.

Revive acá programa de Radio de la Universidad de Santiago con entrevista a Eduardo Abarzúa

Compartir en redes